Las imágenes de lo sucedido ayer en Faluya, como no podía ser de otra manera, han dado la vuelta al mundo. Allí murieron tiroteados 4 civiles norteamericanos que posteriormente fueron calcinados, mutilados, arrastrados, colgados de un puente y apedreados por la población iraquí de la ciudad.
Buena parte de los que celebraban las muertes eran niños y adolescentes. Algunos no entenderán o no querrán entender cómo gente tan joven puede acumular tanto odio, sobre todo si hacemos caso de los estudios demoscópicos que dicen demostrar que la inmensa mayoría de la población mesopotámica siente gratitud para con las fuerzas de la coalición. Con macabras historias como esta, queda claro que la realidad puede con las ficciones que cuentan la mayoría de los medios occidentales. ¿Acaso podríamos esperar otra cosa de niños que sólo han vivido en tiempos de guerra? La sangrienta contienda por encargo de los EEUU contra Irán fue el inicio; la I Guerra del Golfo vino después, con el subsiguiente embargo genocida, los bombardeos semanales, la invasión, el desmantelamiento del estado, la represión, la destrucción de viviendas, los asesinatos selectivos…
Cuando en Somalia sucedió algo parecido, la opinión pública americana obligó a traer las tropas a casa de manera inmediata, humilladas y con el rabo entre las piernas. Pero claro, allí no había petróleo, la cosa es diferente. Mucho tiene que cambiar la situación para que gentes que han sufrido la desaparición o mutilación de algún familiar o persona cercana a manos del tío Sam, olviden su pasado reciente y abran los brazos a sus verdugos. Eso no hay quien se lo crea.
[…] Fallujah […]
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