Las aficiones de la Corte

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En 1976, impulsado por los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, me hice socio de Los Linces, el club juvenil de la Asociación de Defensa de la Naturaleza, más conocida como ADENA. Fueron sin lugar a dudas mis primeros pasos en la defensa del medio ambiente y en el asociacionismo. Como tantas otras personas de todo el estado, a través de la potencia mediática y el apasionamiento de doctor, en aquella lejana época sentí la llamada del conocimiento y el compromiso con el patrimonio natural.

Años más tarde, conocimos la filiación política de Rodríguez de la Fuente y determinadas prácticas para conseguir imágenes sobre fauna que a algunos nos ponen los pelos de punta. Sin embargo, el conservacionismo y el ecologismo en la Península Ibérica (y hasta en Marruecos) le debe mucho a este investigador y divulgador. No podemos negarlo. Su imagen aún sigue viva, esta misma semana se anuncia a bombo y platillo la reedición de una de sus muchas obras editoriales que aún adornan mis estanterías.

Yo continué en ADENA muchos años más, en parte por tradición y nostalgia, hasta los años noventa, cuando un escándalo relacionado con la familia real me hizo apartarme, con cierto dolor, de la organización que me acompañó en mi infancia, adolescencia y juventud. En aquel entonces el presidente de honor de la asociación, el Duque de Calabria, primo hermano del rey, se vio envuelto en un desagradable affaire cuando se encontraron en su finca cebos envenenados para acabar con los predadores y así potenciar las poblaciones de conejos, perdices y demás fauna considerada cazable. Mis protestas y cartas nunca fueron contestadas ni publicadas en el órgano de comunicación de la asociación. Así que pedí la baja y me fui.

Pero esta semana pasada, una noticia relacionada con actividades venatorias de la Casa Real ha saltado a muchas rotativas reales y virtuales. Juan Carlos de Borbón, presidente de honor de ADENA, estuvo la pasada semana en Rumanía en una cacería de osos, lobos y jabalíes. Concretamente en la zona de los Cárpatos, la empresa Abies Hunting organizó una montería especial para el rey en una zona realmente privilegiada desde el punto de vista natural y paisajístico.

Pero mucha gente carece de la sensibilidad necesaria para relacionarse con el medio de forma no agresiva. En la montería real, alrededor de medio centenar de batidores fueron empleados para espantar a los animales hacia el lugar donde se encontraban los puestos. En un acto deportivo donde los haya, los monteros esperan a que los animales pasen por delante de ellos para asestarle el tiro de gracia. Se dice que Juan Carlos asesinó de esta manera a nueve osos jóvenes, una osa gestante y un lobo.

La polémica que ha suscitado el evento tiene connotaciones de muy diverso signo. Obviamente de carácter ambiental, pues Francia se ha opuesto a la matanza de osos, especie no cazable según el convenio de Berna. Lo mismo han manifestado organizaciones ecologistas de fuera y de dentro del país. El gobierno rumano se encontraba necesitado de algún refrendo a su “modelo de gestión de la fauna silvestre” y han usado al rey para buscar la complicidad de algún representante europeo. ¿Habría picado el monarca y toda su Casa como un pardillo común (Carduelis cannabina)? O peor aún, ¿acudió a sabiendas de la instrumentalización de la que podía ser objeto?

Pero la cacería también ha tenido lecturas políticas preocupantes. Las simpatías hacia los españoles parece ser que han decaído mucho en los últimos años tras conocer el trato que aquí se dispensa a los emigrantes rumanos. El hecho de que el monarca vaya ahora a matar especies protegidas no es algo que suscite muchas alegrías entre la población que ha usado el tema para cargar su furia contenida contra todo lo que huela a España. Han comparado a Juan Carlos de Borbón con dictadores rusos aficionados a la caza, o han recordado sus visitas anteriores invitado por el mismísimo Ceaucescu.

Hace más de un década me di de baja de ADENA, ahora me gustaría darme de baja de la Casa Real. Nunca me ha representado y nunca me representará. Lógicamente no profeso demasiadas simpatías hacia esta institución, pero el hecho de que entre todos y todas paguemos a escote estas salvajadas me parece —además de muy poco ético— un hecho lamentable. ¿A dónde tengo que dirigirme para dejar de ser súbdito del reino de España? ¿Cuándo podré votar para hacerlo? Nunca nadie me preguntó por tal asunto.

Publicado en Rebelión y Unidad Cívica por la República y en algunos foros

 

Copyleft Juanlu González
BitsRojiVerdes

 

Palacio de verano de Ceaucescu donde acudía con sus amigos a montar cazas de osos, lobos y jabalíes, en una foro que tiré el 1993.null

4 Comentarios

  1. Hace tiempo estuve alojado en la misma zona que su majestad y conocí un poco los bosques de los Cárpatos. Concretamente fue en el palacio de caza de verano de Ceaucescu, lugar en el que tuve ocasión de pernoctar invitado por el gobierno rumano en el seno de unas jornadas sobre movimientos alternativos hace poco más de diez años. Todavía recuerdo alguna de las lámparas de mi habitación confeccionada con cuernas de gamo mezcladas con esculturas de seres imposibles. Reconozco que resultaba algo macabro. Aunque sabiendo lo que se cocía —y cuece— por esos andurriales, la cosa no es para menos. Las matanzas que montan de especies protegidas dan más miedo que las leyendas de vampiros y hombres lobo que aún circulan por el área.

  2. Felicidades por el artículo. Yo tambien quisiera eliminar cualquier atisbo de relación con esta monarquía caduca, arribista, sangrante, decimonónica y de aficiones suntuosas. El episodio es totalmente deleznable, no sólo por el cariz poco ético, o por el hecho de conculcar un tratado de ámbito europeo; lo triste es constatar que el secular expolio del Tercer Mundo por parte del Primero es una realidad
    muy arragaida en nuestra Casa Real.

  3. La cosa no queda aquí. En mi tierra los integrantes de la familia de los Borbones vienen bastante de caza, a algunos de los sitios donde anteriormente venía Franco. Recuerdo una ocupación ecologista y jornalera de una finca por usurpación de vías pecuarias que «pertenecía» a Manolo Prado. Las presiones para que dejásemos en paz a este noble señor fueron bastante «reales» y de mucha altura 😉

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