Rajoy dimisión

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Nuevamente Rajoy permanece escondido de los medios de comunicación, de la ciudadanía e incluso de sus señorías. La cobardía de este hombre llega a niveles absolutamente insospechados y desconocidos en cualquier otro país de nuestro ámbito. Por simple salud democrática, ya deberían haberse producido dimisiones en cadena de todos los implicados en la distribución del botín de las comisiones ilegales cobradas a empresarios a cambio de contratos públicos. Parece que el presidente pretende que serpientes de verano, monstruos del lago Ness o nuevas oleadas de ovnis en pleno estío, hagan olvidar a los españoles y las españolas que el Partido Popular ganó las elecciones en fraude de ley y que incluso el actual presidente tiene las manos manchadas de dinero negro robado a las arcas públicas.

No lo va a tener fácil, cuando la gente es expulsada de sus casas, o pierde su trabajo, cuando le quitan una beca y tiene que dejar de estudiar, cuando no le conceden la dependencia o le retiran un subsidio… no van a olvidar olvidan quiénes que los responsables de su desgracia personal. Máxime cuando además de  suculentos salarios,  pensiones blindadas y  numerosas prebendas oficiales, se han estado llevando sobres millonarios con dinero negro para compensar su supuesto sacrificio individual en favor de lo público.

Nos hemos hartado de oír, sobre todo en la derecha, que el ejercicio de la política les costaba dinero, ha sido un auténtico mantra del magnífico elenco de triunfadores económicos que los populares han puesto al servicio del interés general. Claro que también hemos oído, aunque ya en privado, cómo alguno de los líderes del PP afirmaba que estaba en política literalmente para forrarse. No se nos olvida.

Si ni acuden a sede parlamentaria, ni comparecen ante los medios de comunicación o cuando lo hacen, se esconden tras una pantalla de televisión o no permiten la labor periodística, si además mantienen bloqueado y acordonado el parlamento para impedir las protestas ciudadanas… pocas salidas les quedan al pueblo o a la oposición política. Se habla de una moción de censura futura para obligar a comparecer en la cámara baja a Rajoy, aunque esté perdida de antemano antes de comenzar. Y es que el presidente sabe que es mejor ser preso de sus silencios que de sus palabras, por eso prefiere mantener el pico cerrado, no vaya a tener que tragarse unas declaraciones inoportunas que siempre cuestan más que desmentir que los silencios, por muy atronadores que lleguen a ser. Está literalmente en manos de un corrupto y no sabe hasta qué punto va a tirar de la manta, por eso no quiere hablar, aunque quizá confíe en llegar un acuerdo con su antiguo tesorero y por eso decreta el verano como tiempo muerto.

Frente a la sede del PP en Génova ya se han concentrado personas demandando una respuesta contundente para la que no hace falta ni hablar mucho: la dimisión. En cualquier país europeo, se dimite por un mínimo problema con hacienda, por una multa de tráfico, por gastar uno pocos euros del erario público reintegrados a las pocas horas después o por haber «intertextualizado» unos párrafos de más en una tesis doctoral. Aquí nuestros líderes, los sacrificados en aras del bien común, esos que pierden tanto dinero por tu culpa y por la mía, se aferran a su cargo como lapas. Tal es el interés que manifiestan por seguir trabajando por nuestro bienestar, que por su cabeza jamás pasa conjugar el verbo dimitir.

Pocas salidas le van quedando al hasta ahora presidente del gobierno. La estrategia de la dilación, esperar a que la canícula enfríe el caso, dejar la asignatura para septiembre tiene el peligro de que, al más mínimo error, suspenderá el curso irremediablemente. Eso lo saben hasta los niños y niñas de cole.

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