En Estados Unidos todos los años achicharran a decenas de reos acusados de homicidio. Normalmente se trata de negros o hispanos pobres que no tienen dinero para procurarse una buena defensa, carne de cañón dirían algunos. Todo el peso de la justicia —con minúsculas desde que Ashcroft la despojó se la venda de los ojos para taparle los pechos— cae siempre sobre los mismos desheredados de siempre. Pero en el país de la igualdad de oportunidades un negro nunca ha sido igual a un blanco, y ahora menos aún a un musulmán.
Hoy ha sido dada a conocer una sentencia que condena a sólo un año de cárcel a un soldado por asesinar a civiles desarmados que rebuscaban en un camión de la basura cuando la revuelta sunita. Tras asesinar a algunos de ellos, remataron —eran tres— a un adolescente gravemente herido en el abdomen «para evitarle mayores sufrimientos». Quizá haya sido su caridad cristiana eutanásica la que le ha servido al marine de atenuante para rebajar la pena desde la silla eléctrica o la cadena perpetua a un añito de cárcel. Seguro que alguno más tomará nota de lo barato que sale linchar a un iraquí. Esperemos que los suníes aliados de los invasores se den cuenta de quienes son sus racistas y estratégicos amigos.
In Bush we trust