Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual
Que la música militar
Nunca me supo levantar
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
George Brassens
Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual
Que la música militar
Nunca me supo levantar
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
George Brassens
Málaga, 13/10/2010
Ayer en La Malagueta cambiaron las banderillas por banderitas. Por la mañana, obedeciendo la orden de su «jefe» (que en este barrio de derechas es el mismo para casi todos), las han sacado a los balcones. Rojo y gualda con el «torito» (¡qué mono!), con la corona (¡qué monárquicos!) incluso algunos con la gallina (¡que…! en fin), con todo su pesar por no estar en Madrid y poder participar de los abucheos a quienes no son dignos de «su día». Y es que aún hoy celebramos en España la masacre mas sangrienta conocida
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Los que vivís aquí lo padeceréis, como yo, los del otro lado del charco quizá no, pero las perspectivas de los sudamericanos cuando llegan a este país-madre-patria buscando un mejor futuro, son prácticamente nulas. Si aún hay españoles que caen en la red de las casas comerciales que ofrecen trabajos buenos, bonitos y bien pagados, imagináos a los que vienen de fuera, y cansados de entregar currículos manchados del humor que las rozaduras de sus pies impregnan, escuchan aquello de «es muy fácil, se trata de llamar por teléfono a todos los números de las páginas blancas -2.000 págs.- y ofrecerles nuestro producto, que agradecerán y aceptarán sin problema, y con las comisiones obtenidas, podréis sacar una gran cantidad de dinero» Y los pobres caen. Y tú llegas a tu casa a las 4 de la tarde, cansada, con la comida por poner, y mientras pones la mesa suena el teléfono cinco veces desde un número desconocido tras el cual una voz con acento argentino, uruguayo, peruano, chileno, etc. etc. te dice: «¿La señora de la casa?». Entonces tú ya sabes que tras esa voz está la compañía equis que viene a venderte un ADSL o una batidora que te lleva hasta los niños al colegio. Cuando te has levantado de la mesa o te has enjuagado las manos de los platos por enésima vez, la cosa se pone tensa…»por favor ¿quieren dejarme tranquila?» o «¿podrían borrarme de una vez por todas de su base de datos?»… Pero ellos están más que bien entrenados, y haciendo caso omiso a tu súplica insisten e insisten. El estómago vacío y cuatro niños te hacen perder hasta la vergüenza (piensas tú). Y entonces cambias de táctica y le preguntas por su sueldo con la estúpida esperanza de que con ello conseguirás un adepto más a la causa de la lucha contra las desigualdades. Nada. El alquiler, la luz, el gas, el contrato de trabajo necesario para formalizar el permiso de residente en el país… todo eso da mucha fuerza para seguir insistiendo. Y la siguiente vez que observas «número desconocido» en la chivata pantallita del teléfono, optas por no descolgar.
Pero es que hoy era el día de la HISPANIDAD… qué bonito. Pues cuando ya tienes la paella encima de la mesa y has gritado tres veces «¡Nena, a comer!»… suena el teléfono… número desconocido… no, no puede ser… descuelgas:
-¿Sí?
-¿La señora de…?
-¿No descansáis ni el día de la «banderita»?
-No señora, fíjese usted, que un día en que todos están celebrando, nosotros hemos de trabajar.
-Pues yo estoy aprovechando el día de la bandera para descansar de ella. Por cierto, siento mucho que no haya cambiado nada en estos 500 años.
-(Risas)
El desconocido sonó otra vez más, esta vez no descolgamos. Y las banderitas siguen llenando el paisaje de nuestras ventanas.
ESPAÑA, CAMISA BLANCA DE MI ESPERANZA,
A VECES MADRE
Y SIEMPRE… MADRASTRA.
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Aunque hoy, no sé por qué, es otra canción la que me viene a la memoria:
Punto y Raya
Entre tu pueblo y mi pueblo
hay un punto y una raya.
La raya dice no hay paso,
el punto: vía cerrada.
Y así entre todos los pueblos,
raya y punto, punto y raya.
Con tantas rayas y puntos,
el mapa es un telegrama.
Caminando por el mundo
se ven ríos y montañas,
se ven selvas y desiertos
pero ni puntos ni rayas.
Porque esas cosas no existen
sino que fueron trazadas
para que mi hambre y la tuya
estén siempre separadas.