Los ocupantes están consiguiendo el objetivo de destruir cualquier atisbo de país que pudiera quedar en Irak. Saquearon el patrimonio histórico de los museos de Bagdad, lo han balcanizado creado una división insalvable entre sus habitantes que no podrá ser superada en varias generaciones, han implantado de facto una república islámica en un país laico… y ahora están haciendo lo posible por llevar al país a una guerra civil que haga indispensable su presencia durante muchos años en las bases militares que ya están prácticamente construidas a modo de ciudades gringas con todos sus avíos.
Como era de esperar, ya se conocen testimonios directos que implican al ejército norteamericano y a las fuerzas colaboracionistas en la voladura de la mezquita dorada de Samarra, como también en muchos de los atentados más sanguinarios cometidos contra la población civil shií.
En múltiples ocasiones las diferentes confesiones han logrado sobreponerse a estas provocaciones y los conatos de guerra civil total la han dejado en sólo una guerra permanente de baja intensidad, pero esta ocasión es diferente, han destruido uno de los lugares sagrados del shiismo y la respuesta ha sido el ataque a mezquitas sunitas y el asesinato de algunos religiosos. Las fuerzas del orden son incapaces de ejercer su misión y son parte del mismo problema, los americanos cada vez están más encerrados en sus cuarteles para evitar bajas. La división en tres partes del país se está consumando. Si una guerra más convencional estallase es probable que se produjeran episodios de limpieza étnica contra las minorías que habitan en provincias donde su religión es mayoritaria.
El hacer de la nueva situación iraquí una ejemplificación extrapolable al mundo, que los invasores decían querer convertir en el germen de la democracia en todo oriente medio, hace tiempo que fue desechada si es que algún día se consideró realmente. En todo caso, lo que sí puede ser cierto del abanico de excusas sobrevenidas para justificar el fiasco de la invasión es la remodelación de las fronteras de la región: la partición sangrienta de Irak en tres y la consolidación del muro de la vergüenza. Si es que son unos putos genios…
AFP, REUTERS Y NOTIMEX/La Jornada
El jefe radical chiíta Moqtada Sadr hizo un llamado este domingo, al regresar a Irak, a todos los grupos étnicos a unirse en Bagdad para reclamar la retirada de las fuerzas de Estados Unidos, mientras la violencia dejó al menos 25 muertos en varias partes del país.
«Llamo a todos los iraquíes, sunitas y chiítas, musulmanes y no musulmanes, a una manifestación en Bagdad para reclamar la salida de las fuerzas de ocupación», declaró Sadr ante una muchedumbre de fieles congregada frente a la oficina de su movimiento en la sureña ciudad de Basora.
«Esta manifestación por Irak y el profeta de Dios busca, al mismo tiempo, condenar las acciones de los ‘takfiri’ y los ‘baazistas’, que representan el cuchillo con el que el ocupante golpea», agregó ante sus partidarios, entusiastas tras su sorpresiva llegada a la ciudad.
Reciben el nombre de «takfiri» los hombres del jefe de la red Al Qaeda en Irak, Abu Mussab Zarqawi, y sus grupos afiliados. Los «baazistas» son los seguidores del partido Baaz, del derrocado ex presidente Saddam Hussein.
«Sunitas y chiítas deben apoyarse y ayudarse pues no hay ninguna diferencia entre un sunita y un chiíta. Los iraquíes están llamados a no dividirse y a unirse frente a los cruzados», añadió.
Sadr llegó a Basora desde Irán, donde finalizó su gira por Medio Oriente.
El movimiento de Sadr, acusado por el Partido Islámico Sunita de promover la violencia de los últimos días contra los sunitas, hizo «las paces» el sábado con los jefes políticos y religiosos de esa comunidad.
Por su parte, los principales líderes políticos de Irak acordaron la víspera unir esfuerzos con Estados Unidos para formar un gobierno y condenaron la violencia sectaria.
El primer ministro chiíta Ibrahim Jaafari, rodeado de líderes kurdos y árabes sunitas, pidió a los iraquíes unirse y luchar contra el terrorismo en una conferencia de prensa transmitida en vivo a todo el país por la cadena estatal Al Iraquia.
Los políticos árabes sunitas, que suspendieron su participación en las negociaciones sobre la formación de un nuevo gobierno, asistieron a la reunión, tal como lo hizo el embajador de Estados Unidos en Irak, Zalmay Jalilzad.
Uno de los principales asesores del presidente estadunidense George W. Bush, Stephen Hadley, opinó que la violencia entre sectores religiosos iniciada la semana pasada en Irak también implica una «oportunidad» real para que ese país se una. «Pienso que esto representa una oportunidad para desarrollar un gobierno de unidad y decirle a los iraquíes y al mundo que no van a caer en el camino de la guerra civil».
Hadley admitió que hay evidencias de la presencia de «escuadrones de la muerte» chiítas dentro del Ministerio del Interior iraquí.
Esta situación, añadió, preocupa por la infiltración de milicias en las fuerzas policiacas, aunque desechó la versión de que Irak esté al borde de la guerra civil, tras la violencia desatada la semana pasada por el atentado contra la Mezquita del Domo Dorado en Samarra.
Por ello, una de las prioridades de los mandos militares estadunidenses en Irak es avanzar en la capacitación de las fuerzas armadas iraquíes, agregó.
Por su parte, el gobierno iraquí decidió levantar la prohibición de circulación de vehículos que el domingo hizo de Bagdad una ciudad muerta.
El toque de queda nocturno, que fue ampliado el viernes y el sábado a casi toda la jornada en Bagdad y en tres provincias de los alrededores, será levantado este lunes, anunció Jaafari en un comunicado.
A su vez, las autoridades iraquíes detuvieron a 10 personas, entre ellas cuatro guardias de seguridad, tras el ataque a la mezquita de Samarra, declaró el consejero iraquí de seguridad nacional, Momaffak Ruabie, a CNN.
De otro lado, la violencia en el país ocupado dejó 25 muertos entre ellos dos soldados estadunidenses, y cerca de 70 heridos en norte y sur de Bagdad. El ataque más sangriento ocurrió al sur de la capital iraquí, donde 16 personas fallecieron por la caída de ocho obuses.
Mientras, durante el rezo del Angelus, el papa Benedicto XVI hizo una «severa condena» de los actos de violencia contra los lugares de culto, tras los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en Nigeria y los atentados contra las mezquitas en Irak de esta semana.
«Al expresar mi firme condena por las profanaciones de los lugares de culto, confío al Señor a todos los difuntos y a quienes los lloran», dijo el Papa alemán, y aseguró que Dios «pedirá cuentas especialmente a los que derramen sangre de hermanos en su nombre».
A quién conviene la guerra civil en Iraq
La sospechosa voladura de la mezquita de Samarra
Hedelberto López Blanch
Rebelión
Durante muchos años las operaciones encubiertas para desestabilizar países o gobiernos indeseables mediante cualquier método, han sido una de las principales especialidades de los servicios secretos y de inteligencia de Estados Unidos y algunos de sus aliados.
El estancamiento y los reveses sufridos por las tropas norteamericanas e ingleses en Iraq desde que se inició la invasión contra esa nación árabe en marzo de 2003, han motivado que Washington y Londres pongan en práctica nuevos métodos para intentar cambiar la situación.
Hasta ahora, los centros de torturas como el de la base naval de Guantánamo o el de Abu Ghraib, el traslado de detenidos para ser torturados en vuelos secretos de la CIA donde no existe ninguna ley jurídica, la creación de una fuerza militar gendarme, o las represiones masivas contra poblados o barrios de ciudades que no aceptan a los ocupantes, han fracasado.
La ineptitud de las tropas invasoras para enfrentar las acciones de la resistencia es cada vez más evidente y el pueblo estadounidense, a la par que recibe a sus miles de muertos y heridos, reclama la salida de sus tropas de Iraq.
Por esos motivos, resulta sumamente sospechosa la voladura del domo dorado de la mezquita chiita de Samarra, centro sagrado de la religión musulmana. También llama la atención que según las investigaciones, el atentado fue perpetrado por expertos en explosivos con alto nivel de preparación.
Tras la explosión, se desató una ola de violencia entre los feligreses sunitas y chiitas que ha dejado centenares de muertos civiles, y disminuido los ataques contra las fuerzas ocupantes.
Los grandes medios de comunicación que reciben instrucciones desde Langley, el Pentágono y Londres para informar sobre la situación en ese país, han omitido relacionar ese atentado con otras fracasadas acciones llevadas a cabo por comandos terroristas de la coalición.
Se han olvidado a ex profeso que el martes 11 de octubre de 2005, dos soldados estadounidenses, vestidos con los atuendos árabes, fueron sorprendidos por la policía colaboracionista cuando intentaban hacer estallar un coche con explosivos en el distrito de Al-Ghazaliyah, un área residencial al oeste de Bagdad.
Cuando los gendarmes los conducían hacia un centro de detención para interrogarlos, apareció una numerosa fuerza militar norteamericana, rescató a los prisioneros y huyó rápidamente de la zona.
Una página árabe en internet denunció que tras una pequeña pesquisa realizada por la administración iraquí impuesta por Estados Unidos, se conoció que el objetivo final era matar indiscriminadamente a personas civiles para incrementar las tensiones entre las tendencias musulmanas y tratar de disminuir los atentados contra los ocupantes.
Un mes antes, el 19 de septiembre, dos soldados ingleses camuflados con vestuarios árabes y portando explosivos en un vehículo civil, fueron apresados por la policía iraquí en Basora, a 450 kilómetros al sur de Bagdad.
Inmediatamente, los jefes de las fuerzas inglesas destacadas en la nación árabe presionaron a los iraquíes para que soltaran a los terroristas y ante la demora decidieron actuar con rapidez. Un comando británico con tanques y helicópteros atacó y destruyó la cárcel, mató a varios iraquíes y liberó a los prisioneros. La violenta acción, como era de esperar, quedó impune.
Al paso de los días se supo que los dos militares con vestimenta árabe, pertenecían al Special Air Service (SAS), una fuerza entrenada “para atravesar las líneas enemigas por tierra, agua y aire en ambientes hostiles”.
Numerosas publicaciones alternativas, o mejor dicho, progresistas y democráticas, han revelado que esas operaciones no son casuales ni esporádicas y que están plenamente concebidas por los servicios de inteligencia de los ocupantes para tratar de desviar el accionar de la resistencia hacia una guerra de desgaste entre las distintas confesiones musulmanas.
Hasta la voladura del Domo de la mezquita de Samarra, habían sido infructuosos los esfuerzos de los agentes ingleses y estadounidenses por provocar una lucha fraticida entre chiitas y sunitas, pesa a que tras cualquier indiscriminado ataque, las fuerzas ocupantes y el gobierno iraquí impuesto ha acusado a la resistencia de realizarlo.
Si las tácticas terroristas de los anglo-norteamericanos triunfan, Iraq podría llegar a dividirse en tres pequeños estados con gobiernos títeres, lo que aseguraría el abastecimiento de petróleo no solo a Estados Unidos sino también a su aliado israelí.
Por eso resultan importantes los llamados a la calma realizados en los últimos días por los líderes religiosos, a la par que indican quiénes son los verdaderos culpables.
El clérigo chiita Moqtada al-Sadr envió representantes a las plegarias que se desarrollaron en mezquitas sunitas en Hilla, en el sur de Bagdad, como un gesto de unidad, mientras llamaba a luchar contra los verdaderos enemigos que eran las fuerzas ocupantes. “Todo el que ataca a un musulmán no es un musulmán”, señaló.
El líder sunita Ahmed Hasan al Taha, durante los rezos en una mezquita, puntualizó que el ataque en Samarra fue una conspiración para arrastrar a los iraquíes a un conflicto sectario.
El tiempo se encargará de demostrar quiénes estuvieron detrás del atentado a la sagrada mezquita chiita. Mientras tanto, todas las líneas de conexión señalan hacia los ocupantes occidentales.
En una entrevista realizada por la cadena estatal Iraqiya, al Sadr afirmó que el ataque del mes pasado realizado en la Mezquita Dorada de Samarra fue realizado «con el consentimiento de los ocupantes y la Entidad Sionista de Israel», en relación a Estados Unidos e Israel.