«Apocalipsis nuclear» en Japón

Cuando hay problemas nucleares los gobiernos y buena parte de los poderes mediáticos siempre tienden a minimizarlo todo. Por eso cuando se produce algún tipo de contingencia, siempre hay que apostar porque es mucho más grave de lo que nos cuentan. Por eso desde el primer minuto decidí tratar someramente el tema en los biTs cuando la mayoría de los periódicos de nuestro país pasaban por alto la noticia entre tanta información referente al terremoto y al tsunami. Como siempre en fenómenos noticiables en ebullición, el medio de comunicación por excelencia es Twitter. La estrategia es conseguir los nombre de las personas clave que están viviendo la noticia en primera persona y suscribirte a sus twits para conocer de verdad, sin intermediarios, lo que está aconteciendo en un determinado lugar o situación. Hoy, sin embargo, la mayoría de los twitteros a los que sigo de Japón habían optado por rebajar la tensión y desmentir lo que se publicaba en los medios no japoneses.

Pero si algo es susceptible de empeorar en el tema nuclear, demos por seguro que empeorará. Las centrales nucleares de Fukushima están cayendo como un castillo de naipes. Sólo ha explotado el hangar, no hay contaminación, el reactor está intacto, sólo es vapor, la radiación emitida es como la de media radiografía, no se ha fundido el núcleo, nivel 4 de 7… son algunas de las cosas que me han llegado hoy por este medio de comunicación. Sin embargo, conforme se van conociendo datos precisos, la cosa se pone cada vez peor. Cuatro de los seis reactores están en proceso de fusión y con grandes grietas en el reactor. La nube radiactiva ha llegado a Rusia a centenares de kilómetros, concretamente hasta Vladivostok. El perímetro de evacuación llega ya a los 30 km y además incluye una zona de exclusión aérea. Probablemente, de seguir así la situación —y ojalá me equivoque— nunca más se pueda volver a ocupar parte o la totalidad de esos terrenos para uso residencial, la radiactividad en torno a la central no va a caer en un breve plazo de tiempo y todo apunta a que va a incrementarse hasta límites insospechados. Como mínimo, el reactor 4 ya ha liberado radiactividad libremente a la atmósfera y el 2 tiene grandes grietas en su estructura de contención.

Merkel ha decidido apagar las centrales nucleares más viejas, las construidas antes de 1980. Y no es sospechosa precisamente de comulgar mucho con las ideologías verdes. Parar casi la mitad de las centrales, aunque sea por un breve lapsus de tiempo es una medida drástica que no se toma así como así, sobre todo porque la ciudadanía no va a entender que se encienda de nuevo una planta ya caducada después de lo que se ha visto en Japón y de lo que está por ver.

Hay que abrir el debate nuclear, pero desde ahora mismo, no cuando se olviden los ecos del desastre japonés —que es a lo que juega tanto el PSOE como el PP—, cuando se intente encubrir bajo el argot técnico la aplastante realidad: que las nucleares no son seguras, no son rentables, no son limpias y no son la solución al efecto invernadero.