La mala fama de Israel

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Un soldado israelí orina sobre la explanada de las mezquitas, regada aún de sangre, en la que militares armados hasta los dientes asesinaron impunemente a 31 palestinos civiles y sin armas, e hirieron a otros 300. La condena internacional del hecho, prácticamente unánime, no encuentra claro reflejo en la legítima y democrática Naciones Unidas. Sólo una tibia condena del Consejo de Seguridad y una propuesta de conferencia internacional en un anexo al texto nada vinculante. Este fue el precio del mantenimiento de la coalición internacional antiiraquí. Israel contesta con desprecio e ignora la comisión investigadora que se crea para aclarar los hechos, al igual que ignoró las tres resoluciones de la Asamblea y el Consejo de Seguridad de la ONU.

La propaganda israelí acusa, como tantas otras veces, al dinero árabe y al antisemitismo mundial como causa de los hechos y sus derivaciones. Buscando refugio en la fibra sensible de la opinión publica, evoca el holocausto judío a manos de los nazis alemanes, esperando indefinidas simpatías o la suavización de las condenas por sus crímenes, perfectamente asimilables a los cometidos contra ellos unas décadas atrás.

Pero ¿de dónde proviene realmente esa mala fama de Israel que los judíos imputan a envidias o xenofobias?

En primer lugar, a la propia existencia del estado israelí, que no todos comparten al estar sustentada sobre la artificialidad de una decisión, precisamente de Naciones Unidas, quien literalmente robó un país a los palestinos y se lo regaló a sus actuales propietarios. No contentos con ello, inmediatamente se produce la ocupación de los terrenos otorgados a los palestinos que, desde entonces, han quedado bajo el dominio del invasor en Cisjordania, Gaza y Jerusalén este —los territorios ocupados— donde las violaciones de los derechos humanos denunciadas por organizaciones imparciales como Amnistía Internacional se suceden sin cesar.

Lejos de mantener la ocupación de manera coyuntural, Israel expulsa a los palestinos de sus tierras y, mediante programas de colonización e irrigación, establece las famosas colonias o kibbutzs, que en occidente se venden como comunidades ácratas, autogestionarias, exaltación de la convivencia armónica y solidaria entre las personas, pero construidas sobre el aplastamiento de la vida y la cultura de un pueblo como el palestino.

Sin embargo, el expansionismo de Israel no se contentó con territorios palestinos. Por dos veces invadió Egipto y, actualmente, sus ejércitos ocupan zonas pertenecientes a tres países árabes: Palestina, Líbano (la zona de seguridad del sur) y Siria (los Altos del Golán).

Agresiones y bombardeos sobre Túnez, Egipto, Irak y Siria no son más que algunos hitos en la larga historia de guerras y terrorismo de estado de un país que surgió violentamente y que ha ejercido la violencia desde el momento de su creación y la ha adoptado como forma de existencia.

La famosa convocatoria de la Conferencia Internacional de Oriente Medio siempre ha chocado con la negativa de Israel argumentando no reconocer a la OLP como representante de los palestinos y, a su vez, por no reconocer la OLP el derecho a existir del estado de Israel. Sin embargo, después del radical giro dado por los palestinos quienes rechazaron el terrorismo como forma de mantener viva su causa y reconocieron el derecho a la existencia del estado sionista, aún no se ha producido un ápice de cambio por los sucesivos gobiernos que se han elegido en Israel. Al contrario, la represión no ha hecho sino aumentar. La intifada ha provocado más de mil muertos. De ellos, varios centenares de menores asesinados cuando, con piedras, protestaban ante las fuerzas de ocupación extranjeras.

Tampoco podemos olvidar la intención, en fase de materialización, de construir 12000 viviendas en los territorios ocupados para dar cabida a los emigrantes soviéticos judíos que están llegando continuamente, lo cual da una pista sobre las intenciones de abandonar dichos territorios.

Pero no sólo por el problema palestino es repudiado Israel en todo el mundo. Hay otras muchas razones que influyen para considerarlo en el mundo progresista, como uno de los peores países del orbe planetario. Me refiero al apoyo incondicional a los regímenes más dictatoriales del Tercer Mundo.

Bokassa en África Central, Pinochet en Chile, Mobutu en Zaire, Iddi Amin en Uganda, la dictadura militar en Argentina, el Shah de Irán, la Sudáfrica racista, la Nicaragua de Somoza, etc., entre otros, mantuvieron sus inhumanos regímenes gracias a las armas facilitadas por Israel, el mejor aliado de los regímenes más opresores de sus pueblos.

Israel exporta sus armas a aquellos países a los que EEUU no las puede vender por las continuas violaciones de los derechos humanos a los que someten a su población, lo cual no estaría bien visto en una opinión pública como la norteamericana. Quizá sea una parte de las contraprestaciones que Israel tiene que ofrecer a cambio de la financiación del estado judío. No olvidemos que en el equivalente a la declaración de la renta en EE.UU. existe una forma de desgravación consistente en donaciones a las instituciones judías de beneficencia que no hacen sino engrosar las arcas de Israel y por la cual ha recibido tanto dinero como el que invirtió desde su fundación.

En la década de los 80, Israel fue el séptimo país exportador de armas del mundo, las cuales suponen un montante del 40% de las exportaciones totales del estado, lo cual para un país tan pequeño es algo muy digno de mención y da una idea del verdadero espíritu de paz de ese pueblo.

El Salvador recibió algunos años hasta el 83% del total del armamento adquirido por esta sangrienta dictadura. Fusiles Galil y ametralladoras Uzi son usadas por los escuadrones de la muerte y por el propio ejército. Aviones multiuso Arava se emplean para bombardear a las aldeas que simpatizan con el FMLN. Los mismos aviones con los que se destruyen los barrios pobre de Managua y los mismos fusiles que mataron en los últimos años de Somoza a 50.000 nicaragüenses, quienes recibieron a su muerte un legado de destrucción y desarticulación del país que vino bastante bien para los intereses posteriores de los americanos.

El Mossad, la central de inteligencia israelí, la equivalente a la CIA estadounidense, es conocida en todo el mundo como la mejor en su género. Entrenamientos de fuerzas represivas, asesinatos, secuestros y sabotajes entran en su largo bagaje. Asesores de Bokassa, del Shah de Irán, de inteligencias como la marroquí y de otras de Latinoamérica han puesto de manifiesto la eficacia en la crueldad y en las mecanismos de represión sionista, así como el verdadero rol de Israel en el mundo: el apoyo a la opresión y a la tiranía dentro y fuera de sus fronteras. Como se ha escrito por ahí, sólo son “nazis con traje nuevo”.

Copyleft Juanlu González
Publicado en la Tribuna del periódico Europa Sur, el sábado 16 de marzo de 1991

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