Miedo a la democracia

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Nuestros chicos y chicas del PP andan a la gresca. Desde que el pequeño gran dictador se apartó para aburrir al alumnado de Georgetown con su verbo ininteligible, su partido se ha convertido en un salvaje patio de colegio. Valencia, Asturias, Almería o Madrid son algunos ejemplos de las riñas que aconteceden en estos días. Acebes, el hombre malo de la película como secretario general del Partido que es, en vez de apagar los fuegos se dedica a echarles gasolina. ¡Cómo si los tiempos estuvieran para despilfarrarla! En el partido del pensamiento único, del líder único, no puede haber más de un único candidato a unas elecciones internas. La dedocracia así estaría así puesta en peligro de muerte dejando paso a un atisbo de democracia interna. ¡Herejía dentro de la casa del centro reformista!

Pero lo que subyace detrás de esta marejada con la que muchos nos estamos frotando las manos es que han resurgido los enfrentamientos entre las dos facciones de la derecha española: la heredera de la UCD, centrista y liberal, frente a la heredera de Alianza Popular, de extrema derecha y vinculada ideológica y afectivamente con el franquismo. Muchos analistas sitúan a Rajoy justo en medio de la contienda, pero Acebes se ha retratado más de lo debido. Otros opinan que como Rajoy es de natural más bien flojo, no quiere salir a la palestra a pesar de las invocaciones de Gallardón para que se pronuncie como máxima autoridad pepera. La Botella dice no reconocer su partido, lejos deben parecerle los tiempos de la Moncloa cuando desde allí se despachaba todo, partido y país. Los hooligans de la COPE jalean sin parar a Acebes, especialmente desde que Fedegüico LoSSantos fue ridiculizado por el alcalde de Madrid en la radio de la paz, la concordia y el perdón que representa la emisora de los obispos.

Lo peor de todo es que Gallardón, que es el candidato que puede concitar más adhesiones entre la opinión pública española, dentro de su propio partido está poco valorado, la campaña en contra que se le ha estado haciendo durante muchos años ha dado sus frutos. No parece que tenga mucho que hacer el sólo contra los restos desaforados del aznarismo. Aunque el alcalde de la capital del reino tampoco es un cualquiera, no pueden lincharlo sin más. Sobre todo porque en la política española siempre ha circulado una temida máxima: los electores castigan a los partidos divididos.

Copyleft Juanlu González

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