El ataque de la resistencia iraquí al hotel Al Rashid de Bagdad donde se hospeda la flor y nata del ejército ocupante ha sido un acto dirigido más a los media occidentales que al objetivo inicialmente previsible. No cabe duda de que si el lobo Wolffowitz hubiera sido herido o muerto, la conmoción mundial hubiera sido bestial, pero aquello hubiera sido como acertar el pleno al quince en las quinielas de fútbol. Lo que sí es realmente importante es que la resistencia ha demostrado al planeta que es capaz de actuar sin muchos problemas en cualquier lugar de Irak y con cualquier tipo de armamento. Un día antes derribaron a un Blackhawk en Tikrit y en estos últimos días han aumentado la frecuencia, intensidad y eficiencia de sus ataques. Parece que la paciencia de aquellos que firmaron la entrega de Bagdad al invasor se ha acabado, del mismo modo que una multitud de nuevos parados que anteriormente trabajaban para el gobierno o para el ejército se está incorporando a las filas de la resistance. O los ocupantes comienzan a pagar la soldada y realizan contratos masivos en la nueva administración o en los recién privatizados sectores estratégicos de Irak, o van pensando en salir por patas y con el rabo entre las piernas.