El caso Libby salpica a Aznar

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Como un jarro de agua fría ha sentado el dictamen de la sentencia del también conocido como caso Plame en el seno del gobierno de Bush. Aunque no ha dilucidado si la creación de informaciones falsas para justificar la guerra venía del presidente o del vicepresidente Cheney, su ex jefe de gabinete —Lewis Libby— y destacado miembro del lobby judío, puede ser condenado hasta la friolera de 30 años de prisión. A cada cerdo le llega su San Martín, hasta ahí nada raro, aunque muchos se han apuntado a ensalzar la independencia del poder judicial norteamericano y a hacer odiosas comparaciones con el nuestro.

Pero si hay algo que me ha llamado poderosamente la atención de la resolución de este caso ha sido su inmediata aplicación a la política nacional, más concretamente a las extravagantes palabras de José María Aznar vertidas en relación con sus conocimientos previos del poder ofensivo no convencional del Irak de Sadam Hussein. Después de conocerse el montaje —puesto de manifiesto desde hace ya varios años— sólo tenemos dos opciones para analizar el comportamiento de nuestro ex presidente. Partiendo de la sólida base de que las pruebas fueron cocinadas en la Casa Blanca, o bien Bush manipuló y engañó a su íntimo amigo y aliado, o bien Aznar fue una pieza más del montaje para desinformar a la opinión pública mundial para así justificar un genocidio en toda regla. Yo me apunto a la segunda ¿y vosotr@s?

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