Están locos estos romanos

Vivimos tiempos interesantes

Dice por ahí una sentencia clásica del marketing que una persona establece un grado de empatía con un objeto directamente proporcional al esfuerzo realizado para su compra. Esta máxima puede aplicarse a todas las facetas de la vida y explica muchos de nuestros comportamientos que, a simple vista, pueden parecer irracionales.

En el mundillo de la informática la elección de la plataforma no es un tema baladí, el desembolso de la compra del ordenador, más toda una miríada de periféricos y el tiempo (verdadero y último significado del dinero) dedicado a hacerlos entenderse y funcionar supone la generación de varias toneladas de complicidad con el sistema de trabajo elegido.

Pero ¿por qué los macintosh despiertan esa fuente inagotable de simpatía entre sus usuarios? ¿por qué esa empatía no se genera de igual manera en el mundo wintel?. El argumento del dinero invertido podía tener sentido en el pasado cuando las diferencias de precio eran sustanciales, pero no hoy. Cuando le cuentas a colegas “del lado oscuro” que muchos usuarios mac poseen acciones de la compañía o que conocen la evaluación diaria de su cotización en bolsa, que haces amigos porque ambos usais los mismos ordenadores… no les queda más remedio que sorprenderse o llamarnos sectarios de manera peyorativa.

Hay otra razón de mucho más peso que puede explicarlo, con la cual Apple ha sabido conectar sabiamente a través de sus campañas publicitarias. Me refiero a la sensación esa de pertenecer a la última aldea gala rodeada por las huestes de los romanos invasores, mucho más numerosos, más fuertes,… y algo estúpidos que todo hay que decirlo. El Think (y el Be) Different es como la poción mágica que te hace resistir al invasor. A pocos de nosotros nos gustaría que nuestra plataforma se convirtiera en mayoritaria.

Cuando hace ya varios lustros (o casi) decidí comprarme mi primer ordenador, un LC todavía vivo y útil, los ataques recibidos por parte de mis colegas me hicieron afirmarme en mi arriesgada elección: Apple estaba “a punto de desaparecer”, no había software disponible y todo costaba mucho más dinero. Reconozco que había un componente de aventura y de pura rebeldía en la decisión. Pero lo hice. Aunque acto seguido había que mantener el tipo, estabas en el ojo del huracán de manera permanente y todo el mundo te seguía poniendo en cuestión, lo que hacía que te tuvieras que superar constantemente y así poder contraatacar. La mejor defensa es un buen ataque, dicen los estrategas del arte de la guerra y así la complicidad con la plataforma no cesaba de aumentar.

Pero hete aquí que el devenir de la industria volvía a darnos la razón. No me referiré a la universalización del ratón, el uso de las ventanas, la multimedia o la papelera, sobre las que podíamos incidir y que en su momento eran catalogadas como “poco serias y nada profesionales”, sino a otras muchas cosas. Hoy todo el mundo usa dos aplicaciones nativas mac de microsoft como word y excel, pero también Freehand, Illustrator o Photoshop se han hecho estándares en el mundo PC. Si no recuerdo mal, todas ellas estaban presentes en mi LC original de hace unos 10 años.

Sin embargo, a medida que los sistemas operativos e iban acercando y el soft exclusivo de mac se traducía a otro lado, se iba haciendo cada vez más dificil demostrar que había cosas que se podían hacer con un mac que estaban vedadas al mundo wintel. Nos quedaba la mayor facilidad de uso, esas comparativas de productividad de un profesional sentado delante de un mac que siempre nos ponían por las nubes y el “yo lo ví primero”, pero poco más, sobre todo porque la diferencia de precio seguía siendo sustancial.

Eran los tiempos de Amelio, de los inicios de la reducción de líneas de productos que luego abanderó la nueva -y actual- dirección y del desasosiego de las absorciones y/o desapariciones contínuamente anunciadas. Pero se acabó la diversión para los Pceros, en esto llegó el comandante Jobs, se sacó de la manga los iMacs y el campo de distorsión de la realidad que siempre lo rodea, por pura ósmosis se nos contagió a los usuarios, que nuevamente podíamos volver a la carga evangelizadora de los infieles.

Desde entonces, con algún que otro sobresalto achacable a coyunturas de tipo más bien macroeconómico, la ilusión y moral de nuestras filas se ha recobrado. Imovie, Itunes, iDVD, MacOS X son de nuevo patrones a imitar burdamente por el lado oscuro de la fuerza. Tenemos la sensación de ir bastante por delante del resto de la industria. Si los demás quieren seguir en la Edad de Piedra, allá ellos…no hay más que echar un vistazo a esa interface antediluviana para sentir una mezcla de alegría y lástima por lo que se pierden.

Para colmo Microsoft ha descrito hace muy poco cómo desea que le cosntruyan los PCs del mañana, algo que coincide bastante con los iMacs de hoy en día. Intel se pasa a Airport y deja su propio estándar, Microsoft “parece” abandonar al USB2 y apoyará decididamente a Firewire en su Windows XP, el soft de Linux y Unix se porta al MacOs X y, si todo se confirma, Motorola recuperará bastante del espacio perdido en la guerra de los megaherzios. El multiproceso, ya sea con dos o cuatro micros va a hacerse de lo más habitual y esa joya de titanio puro está rompiendo todos los moldes. ¿Qué más se puede pedir?

Como dice un proverbio chino tradicional, “vivimos tiempos interesantes”, o como reza otro mucho más reciente atribuido a Mao, “derrota tras derrota hasta alcanzar la victoria”. Pero que conste que no somos ambiciosos, nos conformamos con sobrevivir dignamente y ampliar un pelín la base instalada para disponer de más soft, a ser posible localizado y que a Apple le siga yendo medianamente bien para que no pierda su savoir faire, su sentido de la innovación y de la excelencia en todos sus productos. Si Asterix se convirtiera en el omnipotente invasor, perdería toda su gracia. Y si la poción mágica se vendiera en todas las tabernas de las Galias, dejaría de ser mágica para convertirse en una vulgar bebida refrescante a base de extractos. Yo, por el momento, prefiero seguir siendo diferente.

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Copyleft Juan Luis González Pérez