¿Pero no habían ganado la guerra contra Hezbollah?

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Olmert el asesino, Peretz el pacifista y Halutz el corrupto han sido culpados por la comisión que ha investigado el fracaso de la última guerra contra el Líbano en la que unas milicias irregulares sometieron al antaño todopoderoso Tsahal a una vergonzante derrota que ha enaltecido los ánimos de Hezbollah y de cualquier otra fuerza árabe contrapuesta a los designios de EEUU e Israel en la zona. Pero además, el pueblo de Israel ha recibido una edificante lección que difícilmente olvidará a pesar de los intentos de los voceros de la guerra por olvidar la pesadilla: no se puede confiar eternamente en el poder militar y vivir en permanente lucha con sus vecinos, es necesario establecer una paz justa y duradera sobre las bases del entendimiento con los países vecinos.

Todavía quedarán muchos que incluso mantengan que el estado hebreo ganó la contienda dado el absurdo dolor con el que castigó a la población civil libanesa en una serie de crímenes contra la humanidad que no deberían quedar impunes si existiera la justicia con mayúsculas, pero cada mujer, niño o anciano muerto no fue sino un síntoma más de la debilidad del sionismo y un reflejo de su brutalidad y violencia innata, las cuales quedaron al descubierto una vez más frente a la opinión pública mundial.

Así las cosas, internamente no han tenido más remedio que montar una especie de catarsis para tratar de recuperar el orgullo perdido sobre los búnkers de Hezbollah. Y obviamente, como no pudo ser de otra manera, la comisión de investigación concluyó que los tres máximos responsables de la invasión de Líbano actuaron irresponsable e improvisadamente. Concretamente su presidente, el juez, Eliahu Winograd dictaminó que:

>Ha habido errores muy graves y Omert, Peretz y Halutz han contribuido personalmente a este fracaso, aunque hay otros muchos responsables.

Es bien sabido que la invasión estaba preparada de antemano mucho antes del secuestro de los dos militares, así pues el factor improvisación alegado en el informe queda descartado aunque quede muy bien cara a la opinión pública —o publicada—. Queda pues claro que se refiere a que los servicios de inteligencia fallaron estrepitosamente y no contaban para nada con la extrema inventiva, organización y los pertrechos de los combatientes de Hezbollah. A pesar de los bombardeos indiscriminados, del armamento letal prohibido y del despiadado uso de la superioridad aérea contra ciudadanos indefensos, Hezbollah mantuvo hasta el último día intacta su capacidad para bombardear Israel. Incluso hasta el día de hoy retiene presos a los dos militares capturados que fueron la excusa para iniciar la guerra. La supremacía en tierra de los tanques Merkava ya sólo es poco más que un chiste frente al reciclado armamento ruso en manos de la guerrilla.

Posiblemente sea este el fin del gobierno de progreso que tantas esperanzas desató entre muchos bien intencionados. Puede ser incluso la desaparición de Kadima, el partido de Sharon que pretendía ocupar el centro político (así andan de perdidos en Israel). Aunque el informe no pide dimisiones, ya hoy se ha producido la primera. Un ministro laborista ha declarado que no puede permanecer más tiempo en el gobierno de Olmert, aunque no parece molestarle permanecer en el mismo partido del ministro de defensa. Posiblemente vengan más. Olmert, con un 2% de aprobación y sustentado con el apoyo de la ultraderecha explícitamente racista es ya un cadáver político. Sin lugar a dudas, llegarán noticias de allá en los próximos días.

6 Comentarios

  1. Interesante la reflexion de Ramoneda en Hora 25 de la SER acerca de los resultados de la comision Winograd.
    Juanlu una aclaracion, la primera parte de la comision habla de fracaso en los objetivos, no de derrota, entre otras cosas porque todavia no ha llegado a investigar el desarrollo de la guerra.

  2. La traición de los comentaristas

    Amnon Levy
    Ynet

    Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

    Aquí estaba yo, mirando la televisión y frotándome los ojos con asombro e incredulidad. Allí estaban ellos, mis compañeros comentaristas, corresponsales y entrevistadores: las mismas personas que apoyaban sinceramente la guerra, informaban con entusiasmo de los movimientos militares, se regocijaban con Olmert, Peretz y Halutz, eran comprensivos con las decisiones gubernamentales y se abstuvieron de apuntar cualquier crítica a la estúpida decisión de embarcarse en una guerra.

    Allí estaban exactamente las mismas personas, sentadas en los mismos estudios, mirando seriamente el “Informe Winograd” (1), leyendo en voz alta los fallos destapados por la comisión y dando un portazo al gobierno.

    ¡Oh, qué terrible fracaso! El Primer Ministro falló, el Ministro de Defensa tropezó, el Jefe del Estado Mayor se derrumbó. ¿Y qué hay de vosotros, los periodistas? ¿No fracasasteis también? ¿No aceptasteis como cierto el engaño de la segunda guerra de Líbano? ¿No les permitisteis a nuestros fracasados líderes bombardearnos alocadamente con charlas militares sin hacerles preguntas comprometidas? ¿No traicionasteis vuestra misión?

    Hay que decirlo clara y tajantemente: los medios de comunicación también fracasaron. Prefirieron ser populares, vender más periódicos y ganar puntos. El público quiso guerra, quiso atacar a Hezbolá, bombardear Líbano y demostrar al enemigo quién es el jefe. El gobierno, a su vez, escuchó el rumor que venía de la calle, cedió ante el sentimiento público y en una reunión ridículamente corta decidió embarcarse en una guerra.

    ¿Y los medios de comunicación? No podían quedarse atrás y decir “No”. También quisieron unirse a la fiesta. También quisieron hacer uso de los verbos “eliminar” y “destruir” de todas las formas posibles. Hace falta mucho valor para hablar contra el gobierno y contra el público y nuestros valientes corresponsales no fueron capaces de hacerlo.

    La prensa fracasó por no hacer preguntas difíciles

    Me atrevo a declarar que la mayoría de las cosas que ahora se han publicado en el Informe Winograd ya se conocían entonces, en aquel negro julio del año pasado. ¿Necesitamos que Winograd nos explique que estábamos hablando sobre un engaño desde el mismo principio? ¿Necesitamos al distinguido profesor Gavizon para entender que el objetivo declarado por Olmert varias veces, esto es, asegurar la liberación de nuestros cautivos en Líbano, era una mentira completamente descarada y desconectada de la realidad? ¿Necesitamos al viejo profesor Dror, para comprender que el objetivo de eliminar a Hezbolá de un golpe mediante un espectacular despliegue militar era una aventura desesperada?

    ¿Necesitamos a los dos generales más importantes (en la reserva) para entender que todo se decidió precipitadamente en una reunión gubernamental urgente y descuidada sin racionalidad ni asesoramiento? ¿Dónde estabais entonces, mis compañeros periodistas? ¿Por qué no hablasteis, por qué no gritasteis en su momento tan fuerte como os fuera posible, durante ese verano aciago, cuando todavía era posible impedir la guerra y salvar vidas humanas? ¿Ahora sois más sabios mirando al pasado?

    Exactamente como un rebaño que sigue a su pastor, la prensa siguió a nuestro ciego liderazgo. Podemos contar con los dedos de una mano los periodistas que se atrevieron a poner objeciones a la guerra. Una mayoría aplastante de los periodistas israelíes prefirió abandonar el papel de perro “guardián” y en lugar de ladrar, prefirieron lamer. En lugar de criticar, prefirieron aconsejar. Prefirieron olvidarse de que el patriotismo no sólo significa seguir adelante, sino que en algunas ocasiones requiere gritar fuerte: ¡Paren!

    El deseo humano de quedarse al calor del consenso derrota cualquier otra consideración. El miedo a ir contracorriente fue paralizante. Cuando los tambores de guerra estaban sonando, también fueron pocos los que se atrevieron a no bailar a su son.

    La prensa fracasó porque falló en ejecutar su función más básica: hacer preguntas difíciles. Si se hubiera entregado entonces a su misión esta guerra se podría haber visto de otra forma. Quizás ni siquiera hubiéramos necesitado a Winograd. También es posible que muchos jóvenes hoy estuvieran vivos.

    (1) http://www.infomedio.org/2007/05/03/conclusiones-del-informe-winograd

    Original en inglés: http://www.ynetnews.com/articles/0,7340,L-3394694,00.html

    Amnon Levy es periodista y director del programa de televisión Shomer Masach (el guardián de la pantalla).

  3. lo peor de todo es que los israelíes no reprochen a sus líderes el haberse convertido en criminales contra la humanidad y asesinos de gente inocente e indefensa y se les juzgue sólo por fracasar en sus objetivos de derrotar a Hezbollah y liberar a sus prisioneros

  4. A lo mejor es que en el lado israeli tambien murieron y mueren inocentes e indefensos.

  5. creo q al ejercito israeli le quedo bien clarito, despues de ser expulsado a patadas en el culo ,q no va a ser tan facil derrotar a un pueblo valiente como el palestino .mas alla de apoyos y carencias.

  6. Un queso Suizo

    Uri Avnery

    Rebelión
    Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

    La comisión investigadora Winograd no es una parte de la solución. Es una parte del problema.

    Ahora, después de que la primera excitación ocasionada por la publicación del informe parcial se ha apagado, es posible evaluarla. La conclusión es que ha hecho mucho más daño que bien.

    El lado positivo es bien conocido. La comisión ha acusado a los tres directores de la guerra -el Primer Ministro, el Ministro de Defensa y el Jefe del Estado Mayor- de muchas faltas. La palabra favorita de la comisión es «fracaso».

    Es conveniente ponderar esta palabra. ¿Qué dice? Una persona «fracasa» cuando no cumple su tarea. La propia naturaleza de la tarea no se considera, sino únicamente el hecho de que no ha se realizado.

    El uso de la palabra «fracaso» en todo el informe es en sí mismo un fracaso de la comisión. La nueva palabra hebrea inventada por los grupos de protesta -algo así como «ineptócratas»- se adapta a los cinco miembros de la comisión.

    ¿En qué fracasaron los tres mosqueteros del liderazgo de la guerra según la comisión?

    La decisión de declarar la guerra se tomó con premura. La finalidad de la guerra proclamada por el Primer Ministro era poco realista. No había ningún plan militar detallado y finalizado. Ningún trabajo de la Plana Mayor ordenado. El gobierno adoptó la propuesta improvisada del Jefe del Estado Mayor, sin que se ofrecieran o pidieran alternativas. El Jefe del Estado Mayor pensó que ganaría sólo bombardeando y cañoneando. No se planificó ningún ataque terrestre. No telefonearon a tiempo a los reservistas. La campaña terrestre se emprendió muy tarde. En los años anteriores a la guerra las fuerzas no fueron entrenadas adecuadamente. Desapareció mucho equipamiento de los almacenes de emergencia. El gran ataque por tierra, que costó las vidas de tantos soldados, comenzó sólo cuando los términos del alto de fuego ya se habían acordado en la ONU.

    Jarabe de palo. ¿Cuál es la conclusión? ¿Que debemos aprender de estas lecciones y mejorar rápidamente nuestro funcionamiento antes de que comencemos la próxima guerra?

    Y desde luego, una gran parte del público dibujó precisamente esta conclusión: los tres «ineptócratas» tienen que ser apartados, hay que reemplazarlos por tres líderes que sean más responsables y «experimentados» y entonces deberíamos comenzar la III Guerra de Líbano para reparar los daños producidos por la II Guerra de Líbano.

    ¿El ejército ha perdido su poder disuasivo? Conseguiremos respaldarlo en la próxima guerra. ¿No hubo ningún ataque terrestre con éxito? Lo haremos mejor la próxima vez. En la próxima guerra penetraremos más profundamente.

    Todo el problema es técnico: nuevos líderes con experiencia militar, un trabajo ordenado de la Plana Mayor, preparaciones minuciosas, un jefe del ejército procedente de las fuerzas terrestres en vez de un comandante aviador; y así todo irá bien.

    La parte más importante del informe es la que no está. El informe está lleno de agujeros, como el proverbial queso suizo.

    No hay mención al hecho de que desde el comienzo fue una guerra superflua, insensata y desesperanzada.

    Esa acusación sería muy seria. Una guerra ocasiona muerte y destrucción en ambos lados. Es inmoral comenzar una a menos que haya un claro peligro para la propia existencia del estado. Según el informe, la II Guerra del Líbano no tuvo ningún fin específico. Esto significa que esta guerra no era forzosa, no suponía ninguna necesidad existencial para nosotros. Semejante guerra es un crimen.

    ¿Qué razones tenía el trío para ir a la guerra? En teoría liberar a los dos soldados capturados. Esta semana Ehud Olmert admitió públicamente que él sabía perfectamente que los soldados no podrían ser liberados mediante la guerra. Lo que significa que cuando decidió comenzar la guerra mintió a la gente descaradamente. Al estilo de George W. Bush.

    Hezbolá no supone un peligro existencial para el Estado de Israel. ¿Una irritación? Sí. ¿Un enemigo provocador? Absolutamente. ¿Un peligro existencial? Seguramente no.

    Para estos problemas podrían encontrarse soluciones políticas. Estaba claro entonces, como lo está ahora, que los presos deben liberarse mediante un intercambio negociado de prisioneros. La amenaza de Hezbolá sólo se puede conjurar por medios políticos puesto que surge de causas políticas.

    La comisión acusa al gobierno de no examinar alternativas militares a las propuestas del Jefe del Estado Mayor. De la misma manera, la propia comisión puede ser acusada de no examinar alternativas políticas a la decisión del gobierno de declarar la guerra.

    Hezbolá es primordialmente una organización política, una parte de la compleja realidad de Líbano. Durante siglos, los chiíes del sur de Líbano fueron pisoteados por las comunidades más fuertes -los matonitas, los suníes y los drusos-. Cuando el ejército israelí invadió Líbano en 1982, los chiíes lo recibieron como libertador. Tras volverse evidente que nuestro ejército no tenía la intención de ir tan lejos, los chiíes comenzaron una guerra de liberación contra nosotros. Sólo entonces, en el transcurso de la larga y finalmente exitosa guerra de guerillas, fue cuando los chiíes surgieron como una importante fuerza en Líbano. Si hubiera justicia en el mundo, Hezbolá erigiría monumentos a Ariel Sharon.

    A fin de fortalecer su posición, los chiíes necesitaron ayuda. La consiguieron de la República Islámica de Irán, el patrón natural de todos los devotos del chiísmo en la región. Pero aún más importante fue la ayuda que vino desde Siria.

    ¿Y por qué la suní Siria vino a ayudar al Hezbolá chií? Porque quiso crear una doble amenaza: contra el gobierno de Beirut y contra el gobierno de Jerusalén.

    Siria nunca ha abandonado su firme posición en Líbano. A los ojos de los sirios, Líbano es una parte integral de su tierra natal que fue desgajada por los colonialistas franceses. Una mirada al mapa es suficiente para mostrar por qué Líbano es tan importante para Siria, tanto económica como militarmente. Hezbolá provee a Siria de una estaca en la arena libanesa.

    El aliento y apoyo a Hezbolá como una amenaza contra Israel es aún más importante para Siria. Damasco quiere recobrar los Altos del Golán, que fueron conquistados por Israel en 1967. Esto, para los sirios, es un supremo deber nacional, un asunto de orgullo patriótico, y no renunciarán a ningún precio. Ellos saben que por ahora no pueden ganar una guerra contra Israel. Hezbolá ofrece una alternativa: los alfilerazos continuos destinados a recordar a Israel que podría ser importante devolver el Golán.

    Alguien que ignore estos antecedentes políticos y vea a Hezbolá sólo como un problema militar demuestra ser un ignorante. El deber de la comisión era decirlo claramente en vez de parlotear sobre «trabajo ordenado de la Plana Mayor» y «alternativas militares». Debería haber sacado una tarjeta roja a los tres «ineptócratas» por no contemplar la alternativa política a la guerra: las negociaciones con Siria para neutralizar la amenaza de Hezbolá mediante un acuerdo sirio-libanés-israelí. El precio habría sido una retirada israelí de los Altos del Golán.

    Por no hacerlo, la comisión realmente dijo: no podemos escapar de la III Guerra de Líbano. Pero, por favor amigos, inténtenlo con más dureza la próxima vez.

    Hay un enorme agujero en el informe que concierne a los antecedentes internacionales de la guerra.

    La parte jugada por los Estados Unidos era obvia desde el primer momento. Olmert no habría decidido comenzar la guerra sin obtener explícitamente el permiso estadounidense. Si EEUU se lo hubiera prohibido, Olmert no habría ni soñado con empezarla.

    George W. Bush tuvo un interés en esta guerra. Estaba (y está) clavado en el pantano iraquí. Trata de hacer culpable a Siria. Por lo tanto quiso asestar un golpe a Damasco. También quería romper la oposición Libanesa a fin de ayudar a los apoderados de EEUU en Beirut. Estaba seguro de que sería un paseo para el ejército Israelí.

    Cuando vio que la que victoria esperada tardaba en llegar, la diplomacia estadounidense hizo todo lo posible por impedir un alto de fuego para «dar tiempo» a que el ejército israelí ganara. Esto lo hizo casi abiertamente.

    ¿En qué medida dictaron los estadounidenses a Olmert la decisión de comenzar la guerra, bombardear Líbano (pero no la infraestructura del gobierno de Siniora), prolongar la guerra y emprender una ofensiva terrestre a última hora? No lo sabemos. Quizás la comisión trate de esto en la parte secreta del informe. Pero sin esta información es imposible saber qué sucedió y por lo tanto el informe en gran medida es inservible para comprender la guerra.

    ¿Qué más se extraña en el informe? Es difícil de creer, pero no hay ni una sola palabra sobre el terrible sufrimiento inflingido a la población libanesa.

    Bajo la influencia del Jefe del Estado Mayor, el gobierno acordó una estrategia que decía: bombardeemos Líbano, convirtamos la vida libanesa en un infierno y así los libaneses ejercerán presión sobre su gobierno en Beirut, que entonces desbaratará a Hezbolá. Fue la servil imitación de la estrategia estadounidense en Kosovo y Afganistán.

    Esta estrategia mató a unos mil libaneses, destruyó barrios enteros, puentes y carreteras; y no sólo en áreas chiíes. Desde el punto de vista militar esto fue fácil de hacer, pero el precio político fue inmenso. Durante semanas las fotografías de muerte y destrucción provocadas por Israel dominaron las noticias del mundo. Es imposible medir el daño hecho a Israel copando el ámbito de la opinión pública mundial, daño que es irreversible y tendrá consecuencias duraderas.

    Todo esto no le interesó a la comisión. Solo se preocupó del lado militar. El lado político se ignoró excepto para comentar que el Ministro de Exteriores no fue invitado a importantes consultas. El lado moral no se mencionó de ninguna manera.

    Tampoco se menciona la ocupación. La comisión ignora un hecho que clama al cielo: que un ejército no puede ser capaz de conducir una guerra moderna cuando durante 40 años ha sido empleado como una fuerza de policía colonial en los territorios ocupados. Un oficial que actúa como un cosaco ebrio contra activistas por la paz desarmados o contra niños que lanzan piedras, como se ha visto esta semana en televisión, no puede dirigir una compañía en una guerra “de verdad”. Ésta es una de las lecciones más importantes de la II Guerra de Líbano: la ocupación ha corrompido al núcleo del ejército israelí. ¿Como se puede ignorar esto?

    La comisión juzga a Olmert y Peretz tan incapaces a causa de su falta de «experiencia», lo que significa experiencia militar. Esto puede llevar a la conclusión que la democracia israelí no puede confiar en líderes civiles, sino que necesita que los líderes sean los generales. Impone sobre el país un programa militar. Éste bien puede ser el resultado más peligroso.

    Esta semana he visto en Internet una presentación muy bien hecha por los «reservistas», un grupo de amargados soldados de la reserva dispuestos a liderar la protesta contra los tres «ineptócratas». Muestra, fotografía tras fotografía, muchos de los fracasos de la guerra, y alcanza su clímax con la declaración de que el incompetente liderazgo político no permitió al ejército ganar.

    Los jóvenes productores de esta presentación seguramente no son conscientes del desagradable olor que circunda esta idea, el olor del Dolchstoss im Ruecken, la puñalada en la espalda del ejército. De otra manera probablemente no se habrían expresado de esta forma que sirvió, no hace tantos, años como grito agrupador del fascismo alemán.

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