No es la primera vez que ocurre, aunque esperemos que sea la última porque esté próxima la proclamación de la III República, pero las conexiones de los Borbones con varios de los regímenes más tiránicos del planeta vuelven a las primeras páginas de los medios informativos. Probablemente, a pesar de que algunos medios —pocos aún— han abierto la veda de la cacería del cazador, muy pocos se atrevan a desenmascarar a la Casa Real con toda su crudeza o siquiera a contextualizar los hechos. La mayoría cuentan la noticia de manera literal sin si quiera analizar su trascendencia, tales son las formas habituales de censura o autocensura en nuestros medios, pero el caso es que el rey Juan Carlos ha tenido nuevamente que echar mano de sus amigos del Golfo para salvar sus reales posaderas.
Cualquier investigación rigurosa sobre los avatares financieros de la Casa pasa necesariamente por Arabia Saudí, Kuwait o la omnipresente Qatar. Cualquier seguimiento a la fortuna personal del Borbón, estimada por algunos medios en 1.800 millones de dólares, hundirá hondamente sus raíces en las cálidas arenas de la región bañadas generosamente por el oro negro. Incluso algunos escándalos de la política y financieros patrios apuntan claramente a connivencias y sucios trapicheos entre turbantes y coronas. Préstamos de sangre azul impagados o tardíamente pagados, comisiones, testaferros, fondos de inversión estatales defraudados, barrotes y más barrotes… todo está en la bibliografía y en algunas hemerotecas a disposición de quien quiera no quedarse en la mera cáscara de la campechanía.
El último favor, que indudablemente habrá que pagar tarde o temprano, hecho por un ejemplar régimen del Golfo a nuestro rey, parece que va a ser quitar de en medio una temporadita al yerno díscolo y ofrecerle una suculenta ficha como segundo coach de la selección qatarí de balonmano, para que pueda hacer frente a los avales requeridos por la justicia y salvar así algunas delicadas posesiones inmobiliarias. Como, por razones obvias, recurrir a fondos reales hispanosuizos podría ser un poco escandaloso y echar mano de amigos empresarios españoles tampoco quedaría muy estético, la solución arbitrada parece perfecta. Un tiempo de destierro amnésico, un sueldo desorbitado muy por encima del mercado para equilibrar cuentas —en dinero blanco o en petrodólares blanqueados— y un cese temporal de la convivencia marital para ver cómo evolucionan los temas judiciales antes de tomar algún tipo de decisión más drástica. Podría ser magistral… si todo sale como ha sido diseñado.