Necrocombustibles

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El uso del coche provocará una hambruna mundial de gigantescas proporciones

Como tantas otras veces, un largamente anunciado conflicto se convierte en realidad sin que nadie haya puesto las medidas necesarias para evitarlo. La producción de biocombustibles a partir de la siembra de vegetales está provocando una crisis alimentaria global de magnitudes insospechadas que puede desembocar en hambrunas y en la muerte por inanición de centenares de miles de personas.

El alza de los precios del arroz y los cereales está teniendo graves impactos en los países en vías de desarrollo, ya se están produciendo protestas y estallidos sociales en Haití, Bangladesh, Sudáfrica, Níger, Senegal, Camerún, Burkina Faso, Marruecos, Mauritania, Costa de Marfil, Egipto, Méjico y Yemen. En algunos casos se han producido muertes por la represión de los disturbios por las fuerzas de seguridad de varios de los estados.

En los países del norte también se están dejando sentir las consecuencias, aunque de manera mucho más atenuada. Básicamente se trata de altas tasas de inflación en los productos básicos alimentarios, aunque no hay problemas de desabastecimiento y la capacidad de absorción del alza de precios está más o menos garantizada aunque se produzcan descensos en la capacidad de compra, ahorro o endeudamiento de las familias medias occidentales.

Las causas fueron apuntadas desde los inicios del uso de los biocombustibles. Con el precio del petróleo por las nubes, la siembra de vegetales para la producción de etanol y otros compuestos similares se ha convertido en un pingüe negocio que ha hecho que se abandonasen cultivos destinados a la alimentación humana o animal, menos rentables económicamente, y ha afectado a la seguridad alimentaria mundial a la par que ha subido notoriamente los precios por pura oferta, demanda y el oportunismo de algunos espabilados.

Pero esta semana algunos responsables mundiales han querido alertar sobre el riego que se corre al seguir con la desenfrenada escalada de producción de biocombustibles. El relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, Jean Ziegler ha catalogado a estos cultivos como un crimen contra la humanidad. El títere de norteamérica Ban Ki-Moon, pidió hace un par de días la toma de medidas urgentes para que la crisis no se ahondase. El Banco Mundial ha calculado que el precio de los alimentos casi se ha duplicado en los últimos años y el FMI ha manifestado su preocupación por las implicaciones que los biocombustibles pueden conllevar en las regiones más pobres del mundo.

¿Por qué entonces tantos esfuerzos en su producción? Son varias las razones aducidas para su uso masivo y las expectativas que crearon en su momento:

· Romper los ciclos de dependencia de los países productores de petróleo y conseguir cierta autonomía anergética o cierta estabilidad al no estar supeditados a compras provenientes de regiones inestables del planeta. Vamos que EEUU se está hartando de gastar dinero, soldados y esfuerzos para controlar Oriente Medio.

· Tener un plan B para suplir las cada vez mayores dificultades de abastecimiento. Aunque traten de ocultarlo, el cenit de la producción es un hecho constatado: es imposible atender las crecientes demandas del planeta, no hay posibilidad de continuar en la espiral de mayor consumo de hidrocarburos para mayor desarrollo económico. Por un lado, por causa de la incorporación al gasto de multitud de países emergentes, pero por otro por la escasez de petróleo y la dificultad en su extracción. Esa es la lógica que subyace tras la elevación de los precios de los combustibles, aderezada con tintes especulativos y por la inseguridad que crean guerras, postguerras y amenazas de guerra por parte del imperio. Y lógicamente es otra de las razones de la carestía de los alimentos.

· Combatir al efecto invernadero. Los biocombustibles presentan supuestos balances de C02 equilibrados. Consumen tanto gas de la atmósfera al crecer como el que desprenden al ser quemados. Eso en teoría, los terrenos agrícolas hacían de sumideros de C02 necesarios en una situación ya de por sí desquiciada. Pero por otro lado, si se ecoauditan las plantaciones nos encontraremos con que los insumos externos a la agricultura intensiva son emisores netos de gases invernadero, no digamos si la zona de cultivo procede de una deforestación, como de hecho está sucediendo en múltiples áreas del planeta según denuncias hasta del FMI.

Pero ¿realmente merecen la pena estos esfuerzos y los daños colaterales que están provocando? Evidentemente no, la malnutrición de millones de personas, la muerte de centenares de miles, el aumento de la erosión y la deforestación deberían ser motivos suficientes como para poner freno a este despropósito. ¿Por qué no se detiene pues? Es muy sencillo, el uso de biocombustibles puede proporcionar al primer mundo una pequeña prórroga en su modus vivendi despilfarrador e insolidario. Deliberadamente no se están poniendo en marcha el conjunto de adaptaciones necesarias para afrontar un mundo con poco y caro petróleo. De momento todo el mundo mira para otro lado, como mucho se están plantando parques y más parques eólicos, pero poco más. El lobby automovilístico opera para que todo siga igual, hace tiempo que podrían estar circulando vehículos propulsados con hidrógeno o que podrían haberse tomado medidas drásticas contra el uso privativo del coche en las ciudades. Pero, salvo honrosas excepciones en países del centro y norte de Europa, se está impulsando justo lo contrario. De hecho la UE y el Reino Unido han salido apresuradamente en defensa de su modelo de uso de biocarburantes ante las críticas internacionales a su producción y uso. Le echarán la culpa a las sequías o a la manía nueva que les ha entrado a los chinos de comer carne o a cualquier otra cosa que se inventen para exculparse ante la opinión pública.

7 Comentarios

  1. Muy buen artículo Juanlu!!
    Me has aclarado el problema del biocombustible en un momento y, la verdad, me dejas de piedra. No tenía noticias de que están afectando ya directamente a tantos paises pobres. El fin de semana pasado me dijeron (españoles que viven allí) que en Bolivia habían aumentado mucho los precios de los alimentos, pero no me dijeron porque, y ahora lo voy entendiendo
    El caso es que le veo muy mala solución a corto plazo.
    Es normal claro, no vamos a dejar los occidentales usar tanto el coche para que no se mueran de hambre miles de personas, faltaría más…

  2. Ayer encontré un vídeo de las revueltas en Egipto, lo he subido al portal de noticias que tenemos en pruebas donde he clonado este artículo, Bits Libres, la cosa es para preocuparse…

  3. 17-04-2008
    Hambre

    Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa
    Altereconomía

    La impresionante subida de los precios de los alimentos está produciendo una gravísima debacle en el mundo entero. Estamos ante un momento de emergencia mundial que, en palabras del presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, puede provocar la muerte de «millones de personas en breve».

    El hambre se extiende velozmente por los países pobres provocando importantes revueltas populares de protesta, que ya han producido muertos en Haiti y la intervención del ejército en Pakistán. Además, la situación de pobreza se está agravando seriamente y, según la ONU, más de 100 millones de personas van a sufrir especialmente esta crisis alimenticia.

    A pesar de la magnitud de este problema, los políticos y economistas occidentales se mantienen impasibles. De hecho, se sabía que esta crisis iba a tener lugar y no se ha actuado en ningún momento para evitarla. Es más, en realidad los grandes culpables y responsables de la actual situación son las entidades y organismos supranacionales que ahora se muestran tan sobrecogidos por la dimensión de la crisis alimenticia.

    Responsables y cómplices porque ellos han diseñado, fomentado y fortalecido la estrategia de las multinacionales destinada a sustituir la agricultura tradicionalmente orientada a la alimentación por la producción de biocombustibles con la excusa de disponer de fuentes de energía más sostenibles medioambientalmente en los países ricos.

    Así, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido que las reservas mundiales de cereales caerán a su nivel más bajo en 25 años.

    De esa manera se ha abierto un nicho de mercado muy rentable, gracias a la alta demanda que generan los países ricos, pero a costa de producir hambre en multitud de países. O, dicho de una manera más clara, como hace Jean Ziegler, portavoz especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, cometiendo un auténtico «crimen contra la humanidad».

    Para colmo, esta crisis alimenticia de proporciones gigantescas se ve agudizada profundamente por la crisis financiera que comenzó el verano pasado y que ha encarecido los créditos y aumentado los costes financieros.

    Como respuesta a la incertidumbre imperante con respecto a las entidades crediticias, y gracias a las continuas inyecciones de liquidez de los bancos centrales (que en lugar de solucionar el problema financiero lo que hacen es prestar más recursos a los grandes financieros para que sigan llevando a cabo sus actividades especulativas), los inversores están dirigiendo actualmente sus operaciones hacia el mercado de futuros para las materias primas.

    Estas inversiones puramente especulativas en el mercado de futuros están produciendo alzas impresionantes en los precios básicos, y están agravando con ello aún más los problemas a los que se enfrentan millones de personas a la hora de comer.

    Así, el Banco Mundial estima que los precios de los alimentos han subido un 83% de media en los últimos tres años, y que en el caso del trigo el incremento ha sido de un 120% con respecto al año anterior. Subidas que se prevé sigan produciéndose si no se corta de raíz la deriva especulativa de los mercados.

    Como es lógico, son las clases sociales más desfavorecidas quienes sufren las peores consecuencias de estas subidas de precios, pues mientras que en los países ricos las familias destinan aproximadamente un 10% de los ingresos al consumo de alimentos, en algunos países subdesarrollados esta proporción puede llegar a alcanzar el 80%.

    En este contexto, los grandes organismos internacionales muestran una vez su radical inoperancia. No sólo han contribuido a crear las condiciones que han provocado el desastre sino que han sido incapaces de prever lo que iba a ocurrir y, ahora, se limitan a hacer propuestas evasivas o claramente insuficientes.

    El Fondo Monetario Internacional (FMI) sólo se muestran preocupados por las cuestiones financieras y el Banco Mundial (BM) ha advertido del peligro de disturbios que podrían poner en peligro la estabilidad de los distintos países pero sin detenerse a estudiar la causa última de los mismos, limitándose a solicitar a los países ricos que realicen donaciones monetarias para paliar la crisis que serán insuficientes y que no solucionarán los problemas estructurales de las economías destinatarias.

    La FAO, por su parte, destinará 17 millones de dólares para ampliar su sistema de información sobre el mercado de productos alimentarios. Una cifra ridícula en comparación con las millonarias sumas de dinero que los Bancos Centrales de los países ricos han inyectado en los sistemas financieros para salvar los extraordinarios beneficios bancarios y que ponen de bien claramente de relieve que las prioridades de los poderosos son otras: les preocupan los quebrantos financieros de los ricos pero no el hambre de millones de empobrecidos.

    Que nadie se extrañe, entonces, si los miserables se toman algún día la libertad de arrebatarles como sea sus inmorales privilegios.

  4. Las explicaciones falsas de la crisis alimentaria en la prensa

    Eric De Ruest
    cadtm

    Traducido por Juan Vivanco

    Desde hace días se suceden las manifestaciones populares en varios países del Sur. Los motivos del descontento son semejantes en todos los casos: los precios de los alimentos básicos han experimentado una fuerte y rápida subida, y las poblaciones, ya empobrecidas por la globalización, son incapaces de asumir esta carga añadida. ¡Los pueblos tienen hambre! Las causas del estallido son múltiples, pero globalmente obedecen a dos incentivos económicos. Por un lado, una especulación de repliegue sobre los géneros alimentarios tras la crisis de las hipotecas de riesgo, y por otra la producción de agrocarburantes y el calentamiento climático. Sin embargo, hay periodistas que responsabilizan en sus artículos a las autoridades africanas de las catastróficas políticas alimentarias, como si no supieran que las políticas agrícolas del Sur están sometidas a las directrices del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los Acuerdos de Asociación Económica (AAE). Quienes condicionan la opinión pública hacen gala de una ligereza sospechosamente escorada. Por ejemplo, en la prensa escrita belga leemos: «Muchos países del continente [africano] importan alimentos en vez de producirlos porque las autoridades locales dan prioridad a los cultivos de exportación para cobrar divisas que les permitan comprar lo que no producen» [1]. Curiosa síntesis. Tan curiosa como simplista, porque como quien no quiere la cosa exculpa las políticas neoliberales de privatización y planes de ajuste estructural (PAE) impuestas desde hace treinta años por las instituciones financieras internacionales y los gobiernos del Norte al resto del mundo.

    Durante la crisis de la deuda de principios de los ochenta, las instituciones de Bretton Woods impusieron a los países del Sur unos PAE [2]. Estos mecanismos, ortodoxamente neoliberales, afectan a todos los sectores sociales. En efecto, para los teóricos neoliberales los beneficios de la mundialización se notarán cuando cada región produzca aquello en lo que más sobresale, dejando a las demás regiones la producción de la mayoría de los artículos que necesita. Viene a ser la teoría de las ventajas comparativas enunciada en 1817. Por ejemplo: un país especialmente apto para el cultivo del cacao debe renunciar a producir los cereales, los aceites vegetales y las legumbres necesarios para la alimentación de sus habitantes, y debe cambiar en el mercado mundial su producción por todo lo que le falta. Se tata, pues, de renunciar a los cultivos seculares y esenciales de géneros alimentarios, y a la soberanía alimentaria de los pueblos, para seguir el juego de los economistas. Un juego peligroso que no ha tardado en mostrar sus limitaciones, como se puede comprobar en sus repetidos fracasos (en Haití, Senegal, Burkina Faso…). Peligroso porque pasa por alto la destrucción de la biodiversidad en beneficio de los monocultivos de exportación, así como el impacto ecológico desastroso del transporte necesario para todas esas mercancías. Además, ¿cabe pensar, sin una política voluntarista de control de precios, que un país productor de cacahuete, cuyo precio en el mercado mundial apenas ha variado durante 20 años, podrá importar los tractores y el petróleo que necesita para mantener su producción en el mercado? Si el barril de Brent marca un máximo detrás de otro y los precios de los productos manufacturados superan con creces los del triste cacahuete, no es difícil imaginar una catástrofe, que se traduce en la ruina y la hambruna del campesinado local y la emigración inevitable de buena parte de esa población a los suburbios pobres.

    ¿Qué clase de teoría es esta, elaborada por círculos intelectuales pretendidamente serios, que desdeña la biodiversidad, la soberanía alimentaria de los pueblos, las destrucciones causadas por las catástrofes naturales o humanas propiciadas por el monocultivo, la esencia caótica del mercado[3] y la contaminación generalizada?

    Una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial

    En su primer informe de 1999 sobre los PAE, Fantu Cheru [4] explica que van «más allá de la simple imposición de un conjunto de medidas macroeconómicas a escala interna; son la expresión de un proyecto político, de una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial que se propone convertir el planeta en un campo de acción donde las sociedades transnacionales puedan operar a sus anchas. En resumen, los PAE sirven de correa de transmisión para facilitar el proceso de mundialización que pasa por la liberalización, la desregulación y la reducción de la función del estado en el desarrollo nacional». Reducción de la función del estado. Lo dice un relator especial de las Naciones Unidas, pero Fantu Cheru no es el único relator de las Naciones Unidas que menciona en sus informes las consecuencias nefastas de los PAE. Podemos encontrar críticas detalladas en los trabajos de otros expertos de la ONU en derecho a la vivienda, derecho a la alimentación y derecho a la educación [5], ámbitos en los que las instituciones financieras internacionales imponen la privatización para dejar vía libre al apetito insaciable de las multinacionales. Los gobiernos de los países del Sur (de África en particular) [6] se han visto obligados a aceptar los PAE y ceder buena parte de su soberanía a causa de una deuda contraída por dictaduras o con sus potencias coloniales (una cosa no excluye la otra) y transferidas a los estados independizados. Por lo tanto, afirmar que los gobiernos del Sur tienen capacidad para tomar decisiones estratégicas sobre la alimentación denota una falta de honradez intelectual, o al menos una falta de información, indigna del periodismo que cabe esperar en democracia. Echarles la culpa a los africanos es un gran embuste que no ayuda precisamente a crear un clima fraternal entre los pueblos.

    Un ejemplo para entender las consecuencias negativas de los PAE: Haití

    Los motines que han estallado hace poco en Puerto Príncipe y otras ciudades haitianas han acabado en un baño de sangre. En total, unos cuarenta heridos, catorce de ellos por arma de fuego, y por lo menos cinco muertos. Sin embargo, estas manifestaciones eran el resultado previsible de una brusca subida del precio del arroz (del orden del 200 %). Si el 82 % de la población vive en condiciones de precariedad absoluta, con menos de dos dólares diarios, no debe extrañar semejante reacción ante el aumento de precio. Haití gasta el 80 % de sus ingresos por exportación en importar géneros para cubrir sus necesidades alimentarias [7]. Pero no siempre ha sido así. Antes de que los Duvalier padre e hijo extendieran su manto de plomo dictatorial (de 1957 a 1986), el país se bastaba a sí mismo para alimentarse. Pero también aquí se confirmó la propensión de las instituciones financieras internacionales por las dictaduras, y el pueblo haitiano, además de los sufrimientos personales (torturas, ejecuciones sumarias, clima de terror permanente creado por los tontons macoutes) tuvo que apechar con una deuda externa que en septiembre de 2007 ascendía a 1.540 millones de dólares [8]. El sector agrícola es el que acusa más duramente las exigencias de los acreedores, y como la mayoría de la población es rural las consecuencias han sido graves. ¿El origen? Sobre todo en la rebaja de los aranceles impuesta a los países del Sur, pero pocas veces respetada por Europa y Estados Unidos. Así es como se ha producido el encadenamiento fatal: llegada de un arroz producido en el extranjero a menor coste (por estar subvencionado), éxodo a las ciudades de muchos campesinos arruinados e imposibilidad de reacción del mercado local ante la fuerte subida de precios en el mercado internacional. Aquí, como en otros lugares, los beneficios de la liberalización son inexistentes para la mayoría de la población y, por el contrario, los perjuicios son graves.

    Un tsunami de origen demasiado humano

    Cuando los bomberos pirómanos pontifican, la prensa se apresura a difundirlo. Todos los periodistas europeos citan al unísono la frase poco feliz de L. Michel [9]: «Un tsunami económico y humanitario». Se diría que la crisis tiene una causa extrahumana, semejante a una catástrofe natural. Sin embargo, como hemos explicado antes, las causas de la crisis son el resultado de unas políticas dictadas por los medios financieros a los gobiernos del Sur. Una de las causas de la crisis es también nuestra voracidad energética. Los agrocarburantes compiten en el mercado con los géneros alimentarios. La especulación creada en torno a este alimento transformado en carburante empuja los precios de los cereales y el azúcar hacia nuevos máximos. Hasta Peter Brabeck, presidente de la multinacional Nestlé, se muestra preocupado por la situación en una entrevista concedida al periódico suizo NZZ am Sonntag del 23 de marzo de 2008. Según dice, si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera con agrocarburantes, no habrá nada que comer [10].

    Ha llegado, pues, el momento de abandonar este modelo nefasto de (sub)desarrollo y dejar que las poblaciones cultiven prioritariamente para su mercado interior. Actualmente, con los conocimientos adquiridos en el ámbito de una agricultura respetuosa con el medio, podemos plantearnos la autonomía alimentaria en todo el planeta y hacer valer un derecho humano fundamental, el de estar bien alimentado. Las consecuencias positivas no se dejarían esperar, primero en la salud de las personas y luego en la educación, con una mejora de la calidad de vida en todas las latitudes.

    Notas

    1. La libre Belgique, artículo de M.F.C. (con AFP y Reuters), jueves 10 de abril de 2008, p. 4.

    2. Véase E. Toussaint, La finance contre les peuples: La bourse ou la vie, , cap. 8, p. 187 coedición Syllepse/CADTM/CETIM, 2004.

    3. Benoît Mandelbrot ha ideado, desarrollado y utilizado una nueva geometría de la naturaleza y el caos. Menos conocido es que la geometría fractal es el fruto de los estudios económicos de Mandelbrot durante los años sesenta. Para más información, véase : Fractales, hasard et finance, de Benoît Mandelbrot, 1959-1997 (traducción de A. García Leal, Fractales y finanzas: una aproximación matemática a los mercados: arriesgar, perder y ganar, Tusquets, 2006).

    4. Experto independiente de la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU (sobre los efectos de los PAE en el ejercicio efectivo de los derechos humanos – informe E/Constantinopla.4/1999/50 del 24 de febrero de 1999).

    5. Véase el opúsculo editado por el CETIM Dette et Droits Humains, diciembre de 2007.

    6. Por ejemplo, en Congo, el 30 de junio de 1960, día de la independencia, la deuda directa ascendía a 921.096.301,44 dólares (Tomado del artículo de Dieudonné Ekowana).

    7. Lo que deja poco margen para todo lo demás, que sin embargo es necesario para el desarrollo del país. El dúo infernal FMI/BM no ha podido alardear de ningún éxito de sus políticas en este país.

    8. Según el Banco Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, Bébé Doc malversó entre 300 y 800 millones de dólares.

    9. Comisario europeo de Cooperación y Acción Humanitaria.

    10. Lo mismo que el todavía primer ministro italiano Romano Prodi, escéptico sobre los beneficios de los agrocarburantes y alarmado por el efecto negativo que puede tener este sucedáneo del petróleo en la producción de alimentos.

    Fuente: http://www.cadtm.org/spip.php?article3269

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