En Libia como en Irak, no más sangre por petróleo

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«No más sangre por petróleo», era el slogan que más se coreaba en las manifestaciones de todo el mundo. Obviamente, los gobiernos implicados en la invasión no compartían esta vinculación, oficialmente era una guerra para eliminar las armas de destrucción masiva que amenazaban a occidente, para desbancar a un dictador que machacaba a su propio pueblo, para exportar la democracia a toda la región e incluso para forjar un nuevo Oriente Medio. Básicamente es lo mismo que ahora sucede en Libia, la diferencia es que, aprendiendo de aquellos errores, los propagandistas han montado una burda pero eficaz operación de relaciones públicas para lograr que la mayor parte de las gentes no se atreva ni si quiera a disentir de la corriente de pensamiento oficial establecida como dogma de fe.

Lo que sucede en estos casos es que hasta que no pasan bastantes años desde que se han producido los hechos no se comienzan a conocer los entresijos reales que cómo se produjo el proceso de toma de decisiones geopolíticas. Y, como la memoria suele ser corta y a pocos poderosos les interesa que se conozcan los detalles que ponen de manifiesto las verdaderas reglas que mueven el mundo y que cuestionan la ilusión de democracia en la que estamos inmersos, tampoco es que esas informaciones lleguen demasiado lejos o se tomen en cuenta para analizar nuevas situaciones en la actualidad. No obstante, en la sociedad de la información del s. XXI, tampoco pueden ocultarse del todo.

Esto es lo que ha ocurrido con la II Guerra del Golfo. The Independent publicó hace unos días un informe en que descubría lo que era un secreto a voces: las petroleras británicas catalizaron la intervención militar y la participación del Reino Unido para ganar nuevos mercados que les estaban hasta entonces vedados por las políticas nacionalizadoras y personalistas de Sadam Hussein. Según documentos oficiales manejados por el diario, poco antes de la guerra el gobierno decía que

“IRAK ES UNA GRAN PERSPECTIVA PETROLERA. BRITISH PETROLEUM ESTÁ DESESPERADA POR ESTAR ALLÍ Y ANSIOSA DE QUE LOS ACUERDOS POLÍTICOS NO LE DENIEGUEN LA OPORTUNIDAD”,

La compañía Symons acordó hacer de lobista en la Casa Blanca en nombre de BP para evitar quedarse al margen de los acuerdos que Washington ya había establecido con otras petroleras de la competencia de EEUU, Francia y Rusia para repartirse los recursos en hidrocarburos de Irak.

Tony Blair, el gran mentiroso, trató de contrarrestar las denuncias del movimiento contra la guerra aireando una especie de teoría de la conspiración petrolera para ridiculizar a sus oponentes. Hoy incluso se sabe que un año antes de la guerra hubo reuniones entre las mayores petroleras del mundo occidental para evaluar la explotación de las reservas de aquel país, preparando la invasión instando u obligando a la formación de una coalición militar para propiciar el expolio iraquí. La tesis barajada entonces era que aquellos países que participaban en la guerra tenían derecho la extracción de un porcentaje de las reservas energéticas, una especie de botín de guerra actualizado al siglo XXI. Las reuniones celebradas entre ministros, funcionarios y las petroleras BP y Shell a finales del año 2002 se cifran en al menos 5 según documentos obtenidos por Greg Muttitt, que ha escrito un libro sobre el tema titulado “Fuel on Fire”, según ha informado el periódico The Guardian.

Lo triste es que, a pesar de contar con todos los elementos de juicio, aún haya políticos o periodistas que sigan sin aplicar las numerosas evidencias que relacionan las guerras actuales con el saqueo imperialista de los recursos naturales o estratégicos de países como ahora mismo acontece en Libia. Probablemente dentro de unos pocos años veamos cómo BP, ELF, Repsol, Totalfina o Eni están detrás de la guerra en el país africano. Justo después de que los rebeldes y revolucionarios hayan privatizado el petróleo y lo hayan puesto en manos de las multinacionales extranjeras como ya han prometido en numerosas ocasiones.