He de decir que no soy un mitómano. Sin embargo también tengo que reconocer que he sentido profundamente la muerte de Steve Jobs. El viernes, casi de madrugada, cuando me preparaba para ir al trabajo, recibà un enigmático correo de un amigo que señalaba que el dÃa de ayer iba a ser una jornada triste. No tenÃa ni idea de qué pasaba, incluso pensé en que Santiago Carrillo nos habÃa dejado para siempre. Se especulaba que Jobs podÃa asistir fugazmente a la injustamente denostada presentación de Apple de esta misma semana porque no se sabÃa públicamente que estaba tan enfermo. Cuando me subà al coche, el timbre del «Smoke on the Water» de los Purple sonó en mi iPhone, eran poco más de las siete y media de la mañana, una hora extraña para esperar una llamada de nadie. Respondà precisamente por eso, por lo inusual de una situación que podrÃa presagiar algún tipo de inconveniencia. Era otro amigo me llamaba literalmente para darme el pésame —eso dijo literalmente—por la muerte de Jobs. Inmediatamente, conecté la radio y me enteré de los detalles, de las miles de loas y alabanzas que le lanzaba desde el presidente Obama hasta todos los grandes del sector tecnológico mundial. Desde la entrada a mi oficina todo el mundo se referÃa al óbito, a la noticia del dÃa en medio mundo, recibà hasta algún que otro incómodo abrazo.
Y es que parte de la historia de mi vida ha estado ligada a Apple. A pesar de que ya sumo algunos años, tengo la inmensa fortuna de que en casa jamás ha entrado ningún ordenador que no llevara una manzana tatuada. Soy usuario de Macintosh desde los primeros todo-en-uno de mini pantallas en los que se inventó la autoedición gráfica. Mi primer Mac personal fue un LCII con una Laser Writer con Adobe Illustrator y el legendario Aldus Page Maker. Me costó una pasta pero era justo lo que nos habÃan cobrado por la maquetación de una revista ecologista de nuestro grupo local. Al poco, este y los siguientes ordenadores estaban al servicio del movimiento ecologista y pacifista provincial, regional e incluso, puntualmente, del nacional. De boletines en blanco y negro pasé a diseñar revistas, exposiciones, logotipos e identidades corporativas, páginas web, carteles, libros… sin darme cuenta me convertà en un diseñador gráfico autodidacta. Los conocimientos que fui adquiriendo me sirvieron incluso para afianzar mi puesto de trabajo en una gran empresa con varios miles de trabajadores en la que hasta llegué a dirigir un equipo de diseño. Como dijo Steve en aquel inspirador discurso de graduación en Stanford, los puntos siempre se unen hacia atrás, lo que fue un simple hobby impelido por una necesidad social y polÃtica de comunicar, al final se convirtió en parte de mi trabajo. Me faltó poner la bandera pirata como hizo Jobs con el equipo que desarrolló contra corriente el primer Macintosh.
Eran tiempos en los que tener un Mac era poco menos que una extravagancia. Todo el mundo te acosaba. Los informáticos decÃan que no era un ordenador serio, que eso del ratón y las carpetitas era como un juego, si no habÃa códigos y etiquetas en una pantalla monócroma o de fósforo verde no podÃa considerarse una herramienta de trabajo. Poco después, cuando todos los ordenadores se parecÃan a él, el resto de la humanidad se empecinaba en que «casi» se podÃa hacer lo mismo con su Windows por menos dinero, que si eran compatibles con todo, que si habÃa más programas… Uno se sentÃa como Astérix y Obélix en la aldea gala resistiendo al estúpido invasor. Y he de reconocer que, de combatir a tanto romano, llegué a desarrollar un callo y un argumentario suficiente fuerte para tumbar a cualquier pecero impenitente que se pudiera a tiro con ganas de gresca. Sin darme cuenta, me convertà en un evangelista, no a sueldo como Guy Kawasaki, contratado para crear opinión en el mundillo tecnológico a favor de Apple, sino uno de tantos usuarios satisfechos convencidos de que usa lo mejor, lo más cool, la tecnologÃa más humana. Familia, amigos, instituciones públicas o empresas privadas adquirieron macs por causa de la insistencia del que suscribe. Esa era la principal fuerza de la empresa de la manzana, sus más que satisfechos usuarios que le hacÃan la publicidad que Apple no podÃa pagar, al menos en nuestro paÃs.
EscribÃa artÃculos en mi blog, participaba en múltiples foros o incluso, a veces, publicaba en sitios como Macuarium sobre nuevo hardware o software de la casa. Recuerdo especialmente cómo me enorgulleció entonces una reseña de un artÃculo propio en MacSurfer, el portal mundial que recoge los artÃculos más importantes que se publican en todo el mundo sobre el mundillo Apple. Era la primera vez que sucedÃa eso con un escrito en castellano.
Todos los años esperaba con ansia las keynotes de Jobs, sobre todo la más importante de ellas, las de los primeros dÃas de enero en la MacWorld de San Francisco, cuando presentaba las novedades más señeras del año. Hasta que no escuchaba la conferencia anual de Steve no acababan las navidades. Primero celebrábamos en casa papá Noel, luego los Reyes Magos y unos pocos dÃas después la Keynote. Algunos años no escribÃa mi carta de regalos hasta que no se desvelaban los secretos mejor guardados de la factorÃa Apple. Muchas veces Jobs los dejaba para el final de su charla, cuando parecÃa que la conferencia habÃa acabado se descolgaba con un «One More Thing» que te dejaba patidifuso, babeando, afilando la cuenta y la VISA para ver si llegaba para hacerme con el último artilugio salido de las cocinas del CEO más carismático de la industria mundial.
Algunos conocidos por internet ahorraban durante muchos meses al año para poder estar presentes en las legendarias Keynotes de Steve y sentir en persona su famoso «campo de distorsión de la realidad» que —dicen— emanaba de él como una especie de perceptible aura. A veces, cuando veÃas las caras de la gente durante sus charlas, parecÃa que entraran en trance: gritos, aplausos, ovaciones… más propias de un concierto de una estrella del rock que de una presentación de un nuevo cacharro informático. A miles de kilómetros de distancia, uno llegaba a sentir algo parecido a pesar de verlo en una ventanita de QuickTime de tamaño poco mayor que un sello de correos y con innumerables saltos e interrupciones en un idioma que no es el tuyo. Ese dÃa en casa, todos sabÃan que yo no existÃa por unas horas, que esa tarde la dedicaba a Jobs y a sus impecables puestas en escena. Cuando las comparaba con las keynotes insulsas de Bill Gates, quien parecÃa sentir vergüenza hasta de hablar en público, o con las carreras y gritos histriónicos de un Steve Ballmer empapado de sudor, uno comprendÃa por qué era maquero y por qué despreciaba a Microsoft. La pasión que se destila detrás de cada producto que presentan no tiene parangón en el sector. La ergonomÃa, la belleza, la usabilidad, el diseño e incluso el arte es más de lo que se puede esperar de un trozo de hardware. No en vano muchos de sus diseños están expuestos en el MOMA de NYC como verdaderas obras de arte.
La magia detrás de cada producto es algo que muchas personas comienzan ahora a entender cuando tienen en sus manos un iPhone o un iPad. Antes esa experiencia parecÃa reservada en exclusiva a unos cuantos artistas que pensaban diferente, raros e incluso excéntricos que iban contra corriente. Hoy ya son centenares de millones las personas que han mordido la manzana y que, en alguna medida, experimentan esa complicidad con sus iCacharros.
Ahora Apple se ha convertido en una empresa gigante, la más grande del mundo en capitalización de mercado. Ha dejado bien atrás a Google y a Microsoft, está definiendo el futuro de la electrónica de consumo y todos los demás están bailando al son que se toca en Cupertino: distribución de música, telefonÃa inteligente, tiendas de aplicaciones, tablets, ultrabooks, ratones, etc. se crean en los laboratorios de Jobs y luego el resto del mundo trata de imitarlos como buenamente pueden.
Reconozco que no es fácil para alguien que se sentÃa a gusto siendo diferente dentro de la aldea gala formar parte de las legiones de las manzanas que ahora lo invaden todo. Hace unos pocos años estuve tentado a migrar a Linux por convicción ideológica y militancia polÃtica, por pura y simple coherencia personal. Tuve la suerte de oÃr al gran gurú Richard Stallman e incluso de hablar un poco con él. Sin embargo, finalmente desistà de hacerlo y asumirlo como una contradicción personal —una más— con la que vivir el resto de mi vida.
Una vez que alguien ha mordido la manzana del árbol prohibido del paraÃso, tiene difÃcil la marcha atrás. Se dice de algunos equipos de fútbol que son más que un un simple club deportivo. Apple es mucho más que una empresa informática. Qué puedo hacer, soy maquero por la gracia de Jobs y lo seguiré siendo para siempre. Le estaré eternamente agradecido por hacerme la vida mucho más fácil, agradable y divertida. Steve se ha ido antes de tiempo, como muchos de los grandes, ello le encumbrará y contribuirá a convertirlo en un mito aún mayor de lo que ya era en vida. Lo único que espero es que sus muchas ideas para el futuro inmediato queden en buenas manos y las sorpresas que su privilegiada mente nos deparaba puedan ver la luz y llegar a nuestras manos como él —y nosotros— hubiéramos deseado. Que la tierra te sea leve, compañero.
Crónicas de «Spainlandia». Sobre su glorioso Sistema aJudicial. El Juzgado que intentó encubrir el posible homicidio de su esposo quiere, ahora, juzgar a la viuda de 79 años. ¿Acoso? [Spain-landia Chronicles. On a glorious aJudicial System. The court that tried to cover up the possible murder of her husband wants, now, judging from the widow of 79 years. Harassment?]:
http://aims.selfip.org/~zzz_AQ8OVAPXU62DG7YC/doc/cap_0700.htm
[…] Gracias Steve http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=6093 por javierchiclana hace nada […]
Tampoco debieras subirte a una parra tan alegremente y agarrarte a la rama que sabes muy bien que no te va a sostener.
Me da la impresión de que te has dejado llevar por la ola mediática en favor de un presunto mesías.
Richard Stallman sobre Steve Jobs
Steve Jobs, el pionero de la computación convertida en jaula encantadora, diseñada para quitar a los tontos su libertad, ha muerto.
Como dijo el alcalde de Chicago Harold Washington de su corrupto predecesor el alcalde Daley, “no me alegra que esté muerto, pero me alegra que se haya ido”. Nadie merece morir (ni Jobs, ni el Sr. Bill, ni la gente culpable de mayores males que los de aquellos). Pero todos merecemos el fin de la influencia maligna de Jobs en la informática de las personas.
Desafortunadamente, esa influencia continuará a pesar de su ausencia. Sólo podemos esperar que sus sucesores, en tanto intenten continuar con su legado, lleguen a ser menos efectivos.
http://alt1040.com/2011/10/richard-stallman-sobre-steve-jobs
Para rematar el anterior mensaje, decir que soy un profano de esta tecnología. Sin embargo, creo acertar al aseverar, que el tal Jobs, no era sino un gran vendedor con la correspondiente megafonía puesta a su servicio. Tampoco soy de ensalzar al Stalman de marras; su hipocresía es infinitamente menor. Eso está bastante claro.
Recogido de un foro la siguiente comparación al respecto:
«Supongamos que en lugar de un ordenador fuese un coche…
Coche «Stallman»: con el coche debe venir un listado con todas las piezas que se han utilizado, e información de todos los cálculos empleados para que esa pieza vaya ahí. Si después tú descubres que modificando cierta pieza la cosa va mejor, perfecto. Si la cosa falla, no me pidas explicaciones a menos que pagues soporte (lo que da dinero realmente).
Coche «Jobs»: el coche tiene cerrado el capó, no se puede abrir para nada. Eso sí, es precioso tanto por fuera como por dentro y no suele dar problemas. Lo que a la gente se le olvida es que el coche es una copia de algo muy parecido a un «Stallman» llamado FreeBSD, al que se le han tuneado los acabados para que dé unos caballejos más, pero nada más. Cuando sale una actualización, hay que pagar el nuevo tuneado de los acabados.
Al gusto, cada cual es libre de elegir el coche que quiere. Como curiosidad, en mi opinión el coche «Windows» es como el Jobs con mecánica y piezas más cutres, aunque después le puedes poner más accesorios por dentro, algunos de los cuales pesan tanto que después el coche se arrastra más que se mueve.»
Mi esposo en shock «SECUESTRADO» por personal Estado a 10 min Hosp Santiago Compostela. «ABANDONADO», agonizando, en dependencia Estado. 2 Policías de A Estrada VIGILANDO. JUZGADO, recusado, otorga «IMPUNIDAD ABSOLUTA», margen toda Justicia y Ley, a imputados. Acusados declaran existencia ORDEN OFICIAL a ambulancias: «A mayor gravedad, menor velocidad». Ahora Juzgado pretende, a mis 79 a, PROCESARME… ¿Terrorismo de Estado?:
http://aims.selfip.org/spanish_revolution.htm
Alucino de verdad, Juanlu. Con lo crítico y lo alternativo que eres para otras cosas (por ejemplo con la visita del papa), ahora nos sales con ese post sensiblero (es mi impresión) sobre Steve Jobs, que no era más que un gran empresario, un engranaje importantísimo de esa maquinaria que se llama capitalismo. No te engañes, lo que quería Steve Jobs con su pinta tan guay y su polo de cuello alto, era que compraras, y compraras, como nos cuentas que has hecho apasionadamente. No te engañes, Steve Jobs, y su imperio de la manzana que sigue, es parte del problema, no de la solución.
Txaparro (con tx)
Jajajaja, ya os decía que era una contradicción que arrastraba con mi persona.
Pero es que cuando yo usaba Apple era el ordenata de los alternativos, de los creativos, la compañía de unos hippies hartos de maría y tripis salidos de un garaje que luchaban contra el gran hermano de IBM y de Microsoft con innovación y osadía. La cosa es que después se han convertido en una súper multinacional pero ya estoy tan acostumbrado a su forma de hacer y trabajar que me tienen totalmente pillado con sus sistemas operativos e interfaces. Pero una cosa es cierta, el uso en un porcentaje altísimo de esas macs han sido para carteles de la marcha contra la base de Rota, de objeción de conciencia e insumisión, pancartas contra bastantes guerras y mogollón de manifas, medio ambiente, pacifismo y campañas de algún partido de la izquierda real. Han sido una herramienta más del movimiento ecopacifista pero la cosa es que siempre me ha encantado trabajar con ellas. Soy culpable de ello, qué le voy a hacer, las uso hace como 25 años…
Que risa, o que pena, no se. Esa historia de los hippies que salen de un garaje… pensaba que era para que se la creyeran los yankees, que siguieran pensando que viven en el país de las oportunidades,… pero para un gaditano, o un alcornocaleño… Creo que para tratar el tema de los «fabricantes-vendedores» de ordenadores hace falta un poco de contrainformación.
Por cierto, mi viejo R6 me llevó a muchas de esas movidas ecologiatas y antimilitarístas de las que me hablas, disfruté en él de más de un escarceo amoroso…¿piensas que debería por ello hacer un emotivo homenaje al propietario de la Renault cuando se muera?
Claro que se pueden tener contradicciones, pero no te empeñes en decorarlas de rojo ni de verde, ya estamos bastante rodeados de «green washing» o maquillaje verde de las grandes multinacionales…como para encontrar más pinceladas de ese maquillaje en una web «alternariva».
Salud a Juanlu y los seguidores del blog, asumamos nuestras contradicciones sin disimulos, que es peor.