Ex jefe del FBI trabajó para un grupo terrorista afín a al Qaeda

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Si todavía hay quien piensa que EEUU o la OTAN actúan en base a principios morales, se equivoca de plano. Los valores que externamente dicen defender, la libertad, los derechos humanos y democracia en el mundo, no son más que la forma de encubrir un sucio juego de intereses inconfesables. Tratan de camuflar sus verdaderas motivaciones para contar así con la anuencia de las opiniones públicas, las únicas capaces de llegar a paralizar algunas decisiones de los gobiernos que pueden resultar gravosas en cuanto al coste en vidas humanas, recursos presupuestarios o incluso cuando se «olvidan» del respeto a los valores éticos y morales universales.

Tras el gran fiasco de relaciones públicas que supuso la agresión norteamericana a Irak —en el que algunos bien intencionados señalaron que con su contestación había nacido para quedarse el poder de la ciudadanía mundial—, en los siguientes conflictos imperialistas que se han sucedido no han dejado ninguna posibilidad de que la opinión pública tuviera capacidad de influencia sobre decisiones ya tomadas de antemano por el establishment, a veces incluso años antes de que el problema adquiriese notoriedad. Desde entonces, las divisiones mediáticas han operado mas intensamente, si cabe, para lograr los consensos previos necesarios antes de embargos, bloqueos, sabotajes, ataques o invasiones. No es nada nuevo, nada que no sucediera en los duros años de la guerra fría y sus ramificaciones en todo el planeta. Lo único diferente es que, a los medios tradicionales con los que se manipulaban las conciencias magistralmente analizados por Noam Chomsky, ha habido que añadir Internet y, sobre todo, las redes sociales. Nuevos formatos pero las mismas intenciones de siempre. Ya se supo por una filtración que las agencias de inteligencia de EEUU usaban perfiles falsos para difundir bulos en internet,  especialmente en el caso de las llamadas «primaveras árabes» y usando especialmente FaceBook y Twitter. Wikileaks desveló el preciso instante en que Aljazeera cayó bajo las garras del imperio y ahora es la pieza angular de todas las agresiones en la región.

Es obvio que Siria está ahora en el punto de mira de las divisiones mediáticas controladas por Norteamérica, pero el objetivo real no es otro que Irán. Este país nunca ha dejado de serlo desde hace decenios y es la pieza más codiciada de toda la región. La guerra de baja intensidad encubierta contra la república persa en realidad nunca ha cesado del todo, sólo ha cambiado de estrategia, de escenario o de actores principales. Con Irán se ha intentado casi todo, ataques directos, bloqueo militar de facto, sabotajes, asesinatos, embargos de armas, desconexión económica internacional, revoluciones de colores, quintacolumnistas e incluso el terrorismo. Sí, el terrorismo. EEUU e Israel han recurrido y recurren a los servicios de grupos terroristas en múltiples ocasiones para atacar a Irán. Habitualmente Yundulah ha sido el grupo elegido por los servicios secretos de Estados Unidos e Israel para atentar dentro de la República Islámica, su carácter sunní es crucial para atizar un potencial conflicto religioso en algunas provincias contra la mayoría chií que gobierna el país, por eso se han atribuido ataques contra mezquitas. Pero también han atentado contra la Guardia Revolucionaria y contra el ejército. El apoyo de Pakistán y el de sus servicios de inteligencia (la ISI) es vital para la organización terrorista, como sucede con toda la red de al Qaeda con la que se relaciona a Yundulah (el ejército de dios). Las conexiones entre los servicios secretos norteamericanos y pakistaníes son de sobra conocidos desde la guerra en Afganistán, no es necesario entrar en ello.

Pero ahora un nuevo escándalo ha saltado desde las cloacas norteamericanas hasta el terreno de la opinión publicada. Medios de Estados Unidos han sacado a a luz estos días atrás cómo el ex director del FBI, Louis Freeh, estuvo haciendo de lobby en la Casa Blanca apoyado por un antiguo jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Hugh Shelton, para que la organización Muyahidín Jalq (los combatientes del pueblo) fuera sacada del listado oficial de grupos terroristas del Departamento de Estado. Ambos individuos cobraron cientos de miles de dólares de los muyahidines por hacer un trabajo, que finalmente, resultó ser infructuoso, como ahora investiga el Departamento del Tesoro de EEUU.

Aunque los Muyahidín Jalq no son miembros de al Qaeda, sí que se les relaciona directamente con ellos, ya que han compartido estrechamente actividades políticas, financieras y militares en Irak, el centro de operaciones del grupo. En su origen llegaron a atentar incluso contra personal estadounidense, también participaron en 1979 en la toma de la embajada de EEUU en Teherán, pero al oponerse sobrevenidamente a la revolución islámica de Jomeini, se convirtieron en aliados de occidente en su cruzada contra Irán. Los últimos atentados que se les han atribuido a los muyahidines tienen que ver con el asesinato de científicos del polémico programa nuclear que sirve de excusa para la nueva campaña de acoso contra el estado persa. Parece ser que, como ha publicado la NBC, han sido entrenados por agentes del Mossad israelí que se hicieron pasar por miembros de la CIA, por lo que es bien fácil inferir que no son ajenos a las subcontratas para EEUU.

 

 

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